miércoles, 4 de julio de 2012

Extraños repiques


HOWARD P. LOVECRAFT
(Providence, Rhode Island, EE.UU., 1890-1937)

El libro

El lugar era oscuro y polvoriento y medio perdido
en una maraña de viejos callejones junto a los muelles,
apestando a algo extraño traído de los mares,
y con curiosos jirones de niebla que el viento del oeste dispersaba.
Pequeños pedazos romboidales, oscurecidos por el humo y la escarcha,
solo mostraban la pilas de libros, como árboles retorcidos
pudriéndose del suelo al techo…acumulación
de un saber antiguo que se desmoronaba a bajo coste.

Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas
cogí el volumen más cercano y lo hojeé al azar,
temblando al leer raras palabras que parecían guardar
algún secreto, monstruoso si uno lo supiera.
Después, buscando algún vendedor versado en el oficio,
no pude encontrar más que una voz que reía.
***
El horror de Yule

Hay nieve en el campo
Y los valles están helados,
Y una profunda medianoche
Se cierne sombría sobre el mundo;
Pero una luz entrevista en las cumbres
Revela festines profanos y antiguos.

Hay muerte en las nubes,
Hay miedo en la noche,
Pues los muertos en sus mortajas
Celebran la puesta del sol,
Y entonan cantos salvajes en los bosques mientras danzan
En torno al altar de Yule, fungoso y blanco.

Un viento que no es de este mundo
Recorre el bosque de robles,
Cuyas mórbidas ramas se ahogan
En una maraña de delirante muérdago,
Porque éstos son los poderes de las tinieblas, que perviven
En las tumbas de la raza perdida de los Druidas.
***
Las campanas

Año tras año oí aquel tañido débil y lejano
De graves campanas traído por el viento negro de medianoche;
Extraños repiques, que no venían de ningún campanario
Que pudiese descubrir, sino como de más allá de un gran vacío.
Busqué una pista en mis sueños y recuerdos,
Y pensé en todos los carrillones que albergaban mis visiones;
Los de la apacible Innsmouth, donde las blancas gaviotas planeaban
En torno a una aguja que conocí antaño.

Siempre perplejo seguí oyendo caer aquellas notas
Hasta una noche de marzo en que la lluvia fría y desapacible
Me hizo franquear de nuevo las puertas del recuerdo
Hacia las viejas torres donde tañían badajos enloquecidos.
Tañían... pero desde las corrientes sin sol que fluyen
Por valles profundos hasta verter al lecho muerto del mar.

Versiones de Juan Antonio Santos y Sonia Trebelt
***


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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char