viernes, 17 de agosto de 2012

Que tengamos corazón gélido y sigamos caminando


Créd.: nuestropoetas.telam.com
CLARA MUSCHIETTI
(Buenos Aires, Argentina, 1978)

Taquicardia

El paso se interrumpe
un camión descarga lácteos en un mercadito
los hombres hacen fuerza
el chino del mercado da instrucciones
yo pienso en la cadena,
en la cadena alimentaria de las cosas,
lo mejor que puede pasar es que se vendan todas las leches.

En qué franja del mundo estoy
en la que hace qué
en la que cree en qué
en la que jamás piensa en qué

qué soy exactamente

qué virtudes tengo
en qué franja de la bondad entro.

En el medio de la calle hay un auto dado vuelta
lo custodia una mujer policía
ya no hay personas
no hay accidentados
queda un auto dado vuelta
un auto que ya no sirve tanto
me preocupo por la vida de las personas que iban adentro
cuántos eran
si había niños, una mujer embarazada
un anciano o alguien feliz.

No tengo idea de mi coeficiente mental
cuánto es, que número tiene
en qué franja estoy

tengo una enfermedad crónica
me pregunto cuánta gente habrá
en la franja de los enfermos crónicos.

Mi vecina está recién operada de la garganta
tiene un hilito de voz
ella está en esa franja
su hija está en la franja de los niños con problemas de peso
yo estuve en la franja de los niños fóbicos
de las nenas a las que le comieron la lengua los ratones.

En qué franja cabe mi felicidad de hoy
en qué segmento va
no sé nadar
estoy en una franja que no me queda bien
a mí dejame en el agua que no me voy a morir
estoy en esa franja.

Nadie sabe en qué franja horaria está mi hermana
ese continente no está en esta franja
mi hermana está en la franja de las mujeres altas
yo estoy en la franja de las bajas
y la miro como cuando era chica
y ella me mira hay una franja que nos unirá siempre
la franja de los hijos de Mónica y de Ulises.

Se bifurcan las franjas de la identidad
tanto
que dan ganas de correr
hacia la preexistencia.

En el bebé diminuto que vi en el subte
iba la gracia
la vida
frágil
nueva
en la madre del bebé diminuto que vi en el subte
iba el miedo a lo inmanejable.

La franja de los recién nacidos
es la franja efímera.

Estoy en la franja de los que le deben al psiquiatra
de las chicas con mucho corazón
y muchos lunares
en la franja de los que a veces
duermen mal de noche.
***

Si el sol quiere
la belleza y yo
haremos una.
***

Acepto hablar de los campos de polo
pero no de ese caballo que no ve más que el césped
en esta tarde típica mi aspecto engaña
no escucho el ruido pero veo el caballo alejarse
espero en el auto
las ventanas bajas para el sol
tiempo para confirmar que las cosas son las cosas
y mi hebilla roja perdida está sobre el asiento
toda la atención puesta en el caballo sordo
el animal corre por la cancha
está esa escena y la escena en la que mis ojos brillan debajo de los anteojos prestados
caballo marrón con mancha negra justo arriba del ojo
no te puedo ver
esta mueca que hago con la boca
esta mueca es perfecta
este segundo es alusivo
a los grandes segundos.
***

Ojalá que caiga nieve entre vos y yo,
y en los autos y pisos y capuchas
en la ciudad de las mil caras contra el vidrio
que tengamos corazón gélido
y sigamos caminando,
que caiga nieve o agua nieve o agua de nieve
sobre la cara que imagino que pongo cuando lloro
que caiga mucha nieve
sobre la tristeza que imaginé que me daría
si no llegamos muy lejos.
Que la nieve sea más blanca que mi rostro pálido municipal,
que los perros usen su pelaje, que el fuego sea una bendición,
que mi madre me relate por teléfono la nieve
que ve desde su casa y yo relate la que vea desde la mía,
que la lana cubra la noche
del único frío capaz de ilusionar tanto
que todo sea un paisaje extraordinario.
***

La luz de la tarde, el mar en el campo,
el potrillo blanco galopando detrás de los caballos entrenados.
Los seguí con entusiasmo, apuré el paso,
vi cómo se perdían entre las dunas y el cielo,
cerré los ojos y el potrillo seguía ahí,
caminé rápido, agitada, quería llegar a la casa para contarlo,
pero mi melancolía
lo volvió sentimental.

(Inédito)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char