CATALINA BOCCARDO
(Buenos Aires, Argentina, 1961)
darjeeling 1
de flores blancas
guirnaldas
enhebraban el río de la india
con hombres sumergidos
hasta la cintura
y las mujeres
ungían sus cabellos
antes el humo
la pira
sagrados
de flores blancas
otro funeral
el crucifijo
en su centro rosas rojas
bello _pensé aquel día
y lo puse despacito
sobre tu cuerpo
imagen última
nueva
me habías enseñado
la vida sus raíces
y a volver
desde los brazos
levitaría
el ataúd
de flores blancas
mi muerte
un golpe de viento
hunde las ropas de viaje
el agua
oscuridad
cuadro inmóvil
***
Monte (relatos de mi madre)
(fragmento)
1
animales serpentean aquel monte
2
la mujer lleva agua
ondulante cántaro
3
su corazón
bendiciones tierra y lluvia
4
hacia la madrugada
buscará cosechas
cualquier espina de algodón
es de temer
***
llamaradas sobre tus fotografías
como está sucediendo en londres
sus indignados
como las copas de vino contra el fuego
donde hubo cenizas quedan
y aroma
y sabores
de un cuerpo que no tuve
sólo revolución
haciendo
contracciones del hierro
la explosión de las cajas de gasoducto
los camiones de bomberos
con sus estertores
a distancia
para no acallarnos nunca
ni apagar
es el mundo que se extingue
entre vos y yo
sus goznes la amenaza
de derrumbarnos
los vidrios esparcidos
y la vuelta a casa
a solas
el cuerpo que no tuve
como la ciudad sitiada
injusta
grita todo lo que no tiene
lo que no puede
los habitantes envueltos en llamaradas
yo envuelta dentro
gritándote gritándote
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
No hay comentarios:
Publicar un comentario