lunes, 1 de febrero de 2016

Cualquier cosa que despierte escritura

SILVINA LÓPEZ MEDIN
(Buenos Aires, Argentina, 1976)





La longitud del tiempo antes de un hijo

Y la intermitencia
¿después?
si estaba ahí
siempre, de otro modo
cerrar los ojos hasta que el despertador
no el llanto, no el llanto.
Mamá, estabas ahí.
Hundir las manos en la nieve y tocar otra cosa
siempre, otra cosa
el interior de una heladera
su parte alta: el congelador
hundir los dedos en las paredes
lo falso de esa nieve
pero creer por un rato
decir: esto es nieve
creer, dejar de
la intermitencia
antes de que existiera el sistema “no frost”
antes de que existieras.
Creí que no estabas.
Cerraste los ojos.
Tengo sueño.
Mi abuela decía que dormir era morirse
y se tendía
sin cerrar los ojos del todo
aferrada a esa ranura
así hasta el final
y al final qué.
Escarbar en el hielo
de las paredes
del congelador.
¿Te dormiste?
No sé
qué hora es
necesito creer
en la objetividad de ciertos datos, saber
la hora, los grados, la probabilidad de las lluvias
me peso más de una vez por día
temo perderme.
Se te cerró un ojo.
Fue a media mañana
creo
no me avisaron que me dormirían.
Cualquier cosa que despierte escritura
había dicho alguien,
otro habló en contra del uso de la palabra “cosa”,
pero cómo reemplazar “cosa”
por otra cosa y por qué estas voces
se me vienen encima.
¿Tenés mucho sueño?
No me avisaron.
Recién después pude decir: estuve dormida
como quien dice: esto es nieve
en un paisaje en blanco anduve
sola
lejos, otra parte
el cuerpo tendido, el resto
no sé
una ranura
en su segunda acepción: corte
que no divide del todo.
¿Apago la luz?
Me costaba respirar en esa sala,
lo dije: me cuesta respirar.
Creo que fue justo ahí
corte: quedé sola en un paisaje,
ninguno de ustedes.
Mamá, tengo sueño.
Cerrá bien la puerta
que no se pierda el frío
de la heladera,
la necesidad de conservar.
Apago.
Lo que sea
que despierte
¿escritura?
Abrí los ojos: el reloj blanco sobre la pared blanca,
la aguja
en otro lugar
en esa sala.
Apenas podía despegar los labios
repetir una pregunta
no sé
qué pregunta era, lo que importaba
era poder hacerla,
sostener
un tono.

Inédito

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char