lunes, 27 de agosto de 2018

Un animal fabuloso

SUSANA THÉNON
(Buenos Aires, Argentina, 1935-1991)



Manuscrito de "Los fondos del Tesoro"

Los fondos del Tesoro

para llegar a los fondos del Tesoro
hay que encontrar primero un Tesoro
y entrar por la puerta
o bien por la ventana
o deslizar un chico por la grieta
o reptar claraboyas herrumbradas
semiabiertas
tal vez semicerradas

el Tesoro duerme la siesta
ya dejó dicho
-si alguien llama le dices que duermo siesta
-¿aunque sea el ministro?
-aunque lo sea
soy el Tesoro
y he devenido un animal fabuloso

cierto que no figuro en el Manual de zoolo
guía fantástica de Borges
pero figuraré en ediciones próximas
como addenda
como noticia de último momento
o como carne de asterisco

un animal fabuloso
que crece mientras duerme

si lo despiertan
o lo tocan
o pretenden cambiarlo de lugar
se achica hasta desaparecer
y reaparece años después en latitudes remotas
donde el ciclo se cumple inexorablemente
por acción del hombre
que es madera de la historia
y por lo tanto carbón del tiempo

al dormir me agiganto
y al despertar me muero
todos hablan de los fondos
y todos pugnan por jugar en ellos
a los dados a la escondida
vanamente descubren que tales fondos
son como el Cáucaso
un lugar que sólo existe
para los caucasianos
y los guionistas de documentales
no hay forma de alcanzarlos
sin despertar mi siesta
y evaporarme
con fondos frentes y pares medianera

que me dejen en paz
si quieren paz
pero si quieren otra cosa
la tendrán en abundancia
las vacas gordas son pura grasa
mientras las vacas flacas andan ligero
y hasta pueden silbar

soy el Tesoro
un animal fabuloso
no me toquen
dedíquense al arte
hablen de mística
y semántica
mediten debajo de la pirámide
tienen tanto que hacer
la vida por delante
la muerte por delante
y ambas por los costados
por arriba
y por adentro

filosofen
archiven
cuelguen ajos

soy el Tesoro
al dormir me agiganto
y al despertar me muero

déjenme en paz

De La morada imposible, Buenos Aires, Corregidor, 2001.
Cortesía de Isaias Garde

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char