viernes, 22 de mayo de 2009

Y con ellos vinieron árboles


Algunos poemas de JUAN CARLOS MOISÉS
(Poeta, narrador y dramaturgo - Sarmiento, Chubut, 1954)


HABLA DYLAN THOMAS

He peleado
no en una guerra
no contra una tal Pamela
o una tal Caitlin, mi mujer
y una familia grande y pobre
ni contra el fantasma de la cerveza
ni siquiera contra mis propios poemas
-algo más fuerte me persiguió
durante toda la vida-
contra Dylan Thomas he peleado
y he perdido

VUELO EN LA MAÑANA

Mi mujer quedó dormitando
tendida a lo largo de la cama
no asomé enseguida mis ojos afuera
para comprobar
si todo seguía en su lugar
otra vez los loros desordenaban
el amanecer
esos sonidos terminaron por atraparme
se escuchaban lejanos
el aire los traía y los dejaba
en mis oídos
y con ellos vinieron árboles
se instalaron en la cocina
en la intimidad de las sillas
treparon por la pared hasta el cielo raso
y recrearon un sueño
suspendido sobre mí
volé hasta una rama cuando el sol
comenzaba a cegar mis ojos

Mi antepasado fue un membrillo

Mi antepasado fue un membrillo,
germinaciones espontáneas
dieron conmigo.
Si me dieran la opción
no elegiría un zapallo
como futura herencia.
La exigencia mínima
sería un conejo.

Muertos amados

Testarudos, no por ciegos,
estos muertos amados
siguen buscando aventura;
con la lengua amortajada
y seca parecen decir:
hay que ir y hundirse en la tierra
de cabeza, abrir grietas, no parar
nunca.

Como rama...

Como rama
suspendida en el aire,
separado de lo que sucede,
me dejo estar:
ni un paso adelante
ni uno atrás,
no miro a ninguna parte,
no hago decididamente nada.
¿Para qué?
Desafío a lo que se agita alrededor.

EL LUGAR DE LOS CIRCULOS PERPETUOS

No es Guanajuato el lugar
donde entierran a los muertos de pie?

Malcom Lowry



Como si dijera, inocente, enamorado
de la montaña y borracho de todo
lo que se hunde en mi existencia,
que camino a la deriva con una
fingida sonrisa en los labios.
Que transcurro, si se quiere.
O como si la sensación fuera
que nunca me alejo de la montaña:
que me atrae la boca, el beso del volcán.
Sería fácil decir puedo o quiero
Y que con eso bastara.
Si la verdad no fuera que el volcán
me sigue, no me pierde pisada.
Que lo llevo a todos lados.

RESPUESTAS

Lejos los perros ladran
sobre el final del invierno
y se contestan
de un extremo al otro
del pueblo dormido
y también hay respuestas calladas
humanas
doloridas
de algunas voces que la noche cierra
como una mano.

De negro a blanco

Si el mundo es negro
la mente puede ser blanca.
Si la mente es blanca
el mundo puede serlo también.
Si lo negro piensa lo blanco
o lo blanco piensa lo negro
¿el resultado se invierte o se equilibra?

En estos pensamientos lógicos estaba
cuando me puse a oír el viento de la noche.
Después el viento dejó de soplar
y pude oír el silencio de la noche.
Cuando quise recordar el sonido del viento
sólo pude oírlo separado de la noche.
¿Dónde se había metido el viento?

Ahora estaba en mí y no en la noche,
soplando mis palabras, empujando
mi voz, de negro a blanco, y viceversa.

Esta boca es nuestra

Viendo con infinita tristeza
que su compañero de aventuras
yacía a lo largo de la cama
y habiendo oído su desvarío final,
el bueno de Sancho Panza dijo
al señor escribano -Teniéndola
por el único bien recibido
que hasta el momento no ha cedido
a la derrota, agregue que esta boca
es nuestra y que no devolvemos
las palabras que nos dieron.

2 comentarios:

hugo luna dijo...

conocí la poesía de M por una publicación de F. Gandolfo, de esto hace ya muchos años, fue una alegría y ahora es otra leer aquí estos poemas... gracias, h

Irene Gruss dijo...

Yo también lo conocí por El Lagrimal Trifulca. Gracias a vos, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char