jueves, 28 de octubre de 2010

No agregue. No distorsione

Dos poemas de JOAQUÍN GIANNUZZI
(Buenos Aires, Argentina, 1924-Salta, Argentina, 2004)

Usted, al despertarse esta mañana,
vio cosas, aquí y allá, objetos, por ejemplo.
Sobre su mesa de luz
digamos que vio una lámpara,
una radio portátil, una taza azul.
Vio cada cosa solitaria
y vio su conjunto.
Todo eso ya tenía nombre.
Lo hubiera escrito así.
¿Necesitaba otro lenguaje,
otra mano, otro par de ojos, otra flauta?
No agregue. No distorsione.
No cambie
la música de lugar.
Poesía
es lo que se está viendo.
***
Epigrama

La mosca se ha posado en el borde del plato
para lavarse las manos a orillas de mi sopa dorada.
En circunstancias como estas
lo mejor es disponer de una conciencia neutra.
Después se frota las manos con íntima complacencia
y tras una desaparición instantánea
abandona un puntito oscuro en la loza blanca.
El mundo está en orden en las inmediaciones.
Cada cosa persiste en su convicción. De modo
que la mosca no ha sido enjuiciada. Y en mi asco
cabe todo su posible paraíso.
**
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char