lunes, 27 de diciembre de 2010

Todo se confunde, esa luz, ella dijo

LAURA LOBOV

(Buenos Aires; Argentina, 1978)

era un cuadrado la casa,
blancas las paredes y el pilar
alto de la entrada. se veía todo el cielo.
el cosmos, decían.
cuando en la capital
se ven con suerte
algunas luces. la materia
desordenada y en polvo
se transforma. sin ir más lejos,
en frente, un primer piso
iluminado en la madrugada esconde
pequeños tesoros, un trofeo de karate, una heladera
y restos de algo. habría que ir al campo, salir
a la terraza, escapar
en la sábana oscura que se alza
sobre los otros. él trajo
una revista desplegable, estiró el índice,
apenas con la punta así,
cuando eras chica preguntaste
qué es el cosmos, te muestro, acá
estamos nosotros.
***

una polilla volaba,
bajo la mesa siempre
yo con ese miedo a todo
lo que viniera del aire. la agarraste
con los dedos,
no hace nada, ¿ves?
no muerde, no respira. para mí
tiene pelos
o un polvillo gris
que cae al matarla. lo que queda
es lo que la hace volar. igual
no quiero ver
la órbita de tus dedos
al tomarla, cortar su vuelo en seco,
como si juntaras con la espada
varias cosas que arrojaste
primero al aire. así
estábamos seguros
mientras los ladrones fueran
seres alados que en silencio
se iban llevando las cosas.
***

calor y las nubes
que se juntan de a poco, después
sobre las luces de la calle, gotas
caen lentas hasta
hacerse más y más livianas, cerrarse
como una cortina afilada
que todo lo cubre. se sabía,
no iba a seguir así. agosto y un sol
que raja la tierra.
las únicas estrellas que veo
son antenas, algún pararrayos y un avión
que ya se pierde hacia un lado de la ventana.
***

podés elegir una
y que sea tuya, para vos sola.
hay miles de millones, más, hay una
para cada uno. el dedo
otra vez en el póster desplegable
alejándose de casa.
miedo ante tanto espacio,
tenés que elegir. subir al pilar y con la mano
señalar un punto, el más brillante. ¿ves?
hay olor a eclipse
en el aire.
***

nadie lo dice pero existe
un elemento que reúne
a todo el resto, así
se cierra la cadena.
no lo enseñan en ningún lado,
está y algunos saben
de su forma.
pero apenas conocés un par de datos:
los moles y ese brillo intenso que llega
desde lo alto. hoy
todo se confunde, esa luz, ella dijo
es dios, se cuela desde allá
y te mira. tenés que creer
y no mentir, todo
él lo ve mientras querés agarrar con tus manos
esos puntos que bailan en la luz.
***

la lluvia empezó
mientras escribía y ahora
la cortina se repliega
llego a este verso y miro
el foco de mercurio, la calle, una moldura.
pero ni un rastro
de esas gotas que antes
amenazaban inundar los barrios,
regar las plantas y decretar
la apertura simultánea
de las azaleas.
***

abajo de la línea de la tormenta
la vista se abre y en la pared
una enredadera en otoño
como una llamarada
el centro rojo y las puntas
que se aclaran hasta envolver
con lenguas amarillas el borde
de las ventanas más altas.
fijate, sólo desde acá
lo podemos ver.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char