miércoles, 17 de agosto de 2011

Forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma

Más poemas de LOUISE GLÜCK

(Nueva York, EE.UU., 1943)

Punto de destino


"Tuvimos apenas unos pocos días, pero fueron muy largos.
La luz cambiaba constantemente.
Unos pocos días, repartidos en varios años,
en el curso de una década.

Y cada encuentro se cargó de una sensación de exactitud,
como si cada uno hubiera viajado, por su cuenta,
una gran distancia; como si hubiera habido,
después de todo, un punto de destino
en todos esos años de errancia.
No un lugar, sino un cuerpo, una voz.

Unos pocos días. Intensidad
a la que nunca se le permitió convertirse
en tolerancia o afecto aletargado.

Y durante años creí que esto era una absoluta maravilla;
en mi cabeza, volvía una y otra vez a esos días,
convencida de que eran el centro de mi vida amorosa.

Los días eran muy largos, como son largos ahora.
Y los intervalos, las separaciones, puro embeleso,
teñidas por una suerte de júbilo apasionado que parecía,
de alguna manera, extender esos días, inseparable de ellos.

Así que unas pocas horas podían ser toda una vida.

Unas pocas horas, un mundo que no se ampliaba ni se reducía,
al que, en cualquier momento, era posible entrar.

Por eso, mucho después del fin podía volver a él sin problemas,
vivir casi por completo en mi imaginación".

Traducción de Mirta Rosenberg
***

En mi primer sueño el mundo parecía
lo salado, lo amargo, lo prohibido, lo dulce
En mi segundo sueño descendía,

era humana, no veía nada de nada
bestia como soy

debía tocarlo, contenerlo

me escondí en la arboleda,
trabajé en los campos hasta que quedaron yermos

un tiempo
que nunca volverá-
el trigo seco en gravillas, cajones
de higos y aceitunas

Hasta amé alguna vez, a mi manera
repugnante, humana

y como todo el mundo llamé a ese logro
libertad erótica,
por absurdo que parezca

El trigo cosechado, almacenado; seca
la última fruta: el tiempo
que se acumula, sin usar,
¿también termina?

Traducción: Mirta Rosenberg
***
Mensajeros

Sólo la espera es necesaria, te hallarán.
Los gansos que vuelan bajo sobre la ciénaga,
brillantes en el agua negra.
Te hallarán.

Y los venados:
qué bellos son,
como si no les estorbaran sus cuerpos.

Despaciosamente llegan al claro
a través de lienzos de sol.
¿Por qué estarían así, tan callados,
si no estuvieran esperando?

Casi inmóviles, hasta que sus tiestos
enmohecen, los arbustos tiemblan
al viento, rechonchos y sin hojas.

Sólo es preciso dejar que suceda:
aquel grito —desátate, desátate—
como luna que se arranca de la tierra

y se alza llena en su círculo de dardos,
hasta que ellos aparecen delante
como cosas muertas que la carne agrava,
y tú sobre ellas, herida y dominante.

Traducción José Manuel Arang
***
EL IRIS SALVAJE

Al final de mi sufrimiento
había una puerta.

Escucha: yo recuerdo
eso que tú llamas muerte.

Sobre la cabeza, ruidos, ramas movedizas del pino.
Después nada. El débil sol
vacilaba sobre la superficie seca.

Es terrible sobrevivir
como conciencia
enterrada en tierra oscura.

Después todo se acabó: eso que temes, ser
un alma e incapaz
de hablar, final abrupto, la tierra tiesa
doblándose un poco. Y algo que yo confundí
con pájaros cayendo sobre los setos.

Tú que no recuerdas
el pasaje desde el otro mundo
te digo que podía hablar otra vez: lo que
regresa del olvido vuelve
para encontrar una voz:

Del centro de mi vida surgió
una gran fuente, sombras de
azul profundo sobre el azul del mar.

Traducción de Rolando Costa Picazo
***
Amor bajo la luz de la luna

A veces un hombre o una mujer imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
tomada de otra fuente, y brilla
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que viva.

Versión de Eduardo Chirinos
***
El espino

Al lado tuyo, pero no
de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?

Versión de Eduardo Chirinos

1 comentario:

EG dijo...

ME ENCANTAN TODOS Irene!!!

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char