jueves, 15 de noviembre de 2012

El mundo declina cada noche al escurrirte de la cama


Poemas del nuevo libro de SILVIA CAMEROTTO
(Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina, 1959)

Continuum 

Bajo el discreto encanto de la pantalla japonesa
de la cocina escribo
la lista del supermercado
Trastos fundamentales meciéndose
en series interminables
Por  la ventana dos hombres de pelo recortado hablan
y una multitud se detiene frente a la arenga
¡Convertíos antes de que la humedad
baje por los azulejos del templo!
La lengua sagrada de Wagner y siete metros de cintas
para atar mis manos
Limpio las costras de la fuente
Sonrío
Él todavía era joven y bello.
***
Fiesta

De otras fuentes nos nutrimos
De las fiestas de Baco o de Babette
Bajo el encanto de una ristra de ajos
agotamos los cuerpos
¿Acaso no era obvio que cualquier motivo equivocado
conduce a la persona equivocada?
La casa a duras penas
La inútil trascendencia
No fue lo mismo decir la virtud que hacerla
La aristocracia de la felicidad
debajo de las uñas.
***
Nigromante

Hace unos meses vas y venís por el mismo camino
de sur a sur
del desvelo a la jerigonza de los diccionarios
que se ocultan en el ordenador
El mundo declina cada noche al escurrirte de la cama
de la casa chica
¿A quién harás venir en el silencio?
La soledad no se junta
y el menudeo no es igual a oportunidad
Mirás por la ventana
Un coche se detiene en el conventillo de enfrente
y quisieras que te salve o te condene
o  que te lleve a otro destino
lejos de las habitaciones que esconden hechos fortuitos.
***
Exordio

Es extraño, Isaías.  Nacer, vivir, morir
Es extraña la luz
¿De qué pueblo venimos, vos con tu vara y yo con mi pelo marrón?
¿De qué leyes abolidas? ¿De qué infamias?
Si plantamos un árbol en el lugar equivocado y esparcimos las cenizas
de nuestros muertos
Si ponemos la fe en el suelo, el deseo en el suelo, la fertilidad
en una foto de familia
¿Hacia dónde arrastramos el mundo?
No hables para justificar la pasión de la revuelta
la carga de los pecados
He aquí tu sierva ciega
Es extraño, Isaías, el derrame de aguas
mezclado con la podredumbre del resumidero y el perfume
que me puse esta mañana
He aquí el fuego
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char