miércoles, 25 de septiembre de 2013

Quién me llama de su posible profundidad

CROMWELL PIERRE CASTILLO
Tomada del blog poetassigloveintiuno

(Lambayeque, Perú, 1981)

AGUA
(Fragmento)

4

Más allá, en mí,
correspondo al impulso súbito
de parecer Agua:
Ella tiende a sublimarse;
yo asisto a esa evasión.
Cuando ocurre,
mi canto en lo alto prolonga ceremonias
pero no es escuchado:
No hay nada más allá arriba,
sólo ella hablándome,
imperturbable acaso y apartada
de nuestra vida circular
entre todo lo inexacto.
Por eso,
allá en la cima,
no contiene ninguna respuesta:
Es la respuesta.
Y desde esta sencilla superficie
blanca,
solemne se la puede escuchar.
 ***
5

Sentado a su orilla,
he fijado en mí la fascinación de un pozo.
Es breve y minúsculo
en comparación con mis sueños,
excepto
cuando lanza variaciones semejantes
desde lo inalcanzable.
Tocar
por un instante sus designios
es desfigurar con certeza
lo que aún no sé
(círculos encierran mi tacto
en señal de un limitado roce

heredado a su proximidad).
Su extraña superficie es tolerante,
el agua ágil y serena que la habita
me devuelve otra vez imágenes
y una perspectiva clara
entre lo que no se ve.

Ahí estoy yo,
sumergido también
desde su origen olvidado y engañoso.
Intento opacarla nuevamente
sin algún temor discutible,
pero con la sospecha de no saber
con exactitud,
quién me llama de su posible profundidad.
***
6

Ella lanza quebrado paso;
como un espejo surge,
recorta el tiempo
y no supone lo difusa
que ha de verse en su sentido.
Cae en su reflejo.
Sigue cayendo
verticalmente
cada segundo
en la espesura
del abismo.
Sin embargo hay días
que redobla su cauce,
se despeja
y cristalina ha de verse en su corriente.
Agua:
Gota, charca,
río, catarata,
porción de mar
se oculta en su costado.
Como el humo se dispersa,
avanza ágil
y no sabe su trayecto
a las puntas del espacio…
Al suelo lo condensa en su caída:
Vertiginosa,
en declive su salto máximo,
cae
y es principio contenerla.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char