jueves, 7 de abril de 2016

Ni siquiera la muerte debe ser así de inconmovible

Eugenia Simionato
Tomada del blog mordiscos

(Mendoza, Argentina, 1987)


Árbol

En el temblor de la raíz sobrevive
la verdad de una hoja
y en la última rama comienza
la ausencia del árbol.
Pero del árbol
sólo puedo sentir el hueco
por donde asoma la luz.
***
La noche crece como un río solitario

Voy a acomodarme
en el exacto espacio que separa
tu palabra de la mía.
La noche crece como un río solitario
y me pregunto:
¿Quién podría asegurar si no es tu ojo o el mío
el pez valiente saltando
al otro lado del insomnio? 
***
Ni siquiera la muerte

Nunca antes como ahora
la noche fue tan larga.
Cierro los ojos
y el dormir se abre hasta llegar a la ventana de mi cuarto.
Estás parado junto a mí,
vemos el río que jamás hicimos
la orilla se levanta y como una sirena
entra en tu boca;
pero no hay silencio,
el mar se entrega ya muerto a tu lenguaje
ni una cicatriz, ni un signo rojo
que diga que hay vida
en el planeta de tu lengua.
Ni siquiera la muerte debe ser así de inconmovible
como para no sacudirse ante un temblor inesperado,
hasta la misma muerte viene y rompe los cristales del tiempo,
o las rocas en sus pasos quietos
se dejan tocar por las aves.
Sólo dios podrá vivir en la no existencia
y aun así permanecer
como si todas las cosas del mundo
lo esperaran
en un perfecto silencio.
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char