viernes, 12 de agosto de 2016

El hastío cuelga como trapos de cocina húmedos en torno al alma

INGMAR BERGMAN
(Uppsala, 1918-Isla de Faro, Suecia, 2007)

Linterna mágica
(Fragmentos)



“Cine como sueño, cine como música. No hay arte que, como el cine, se dirija a través de nuestra conciencia diurna directamente a nuestros sentimientos, hasta lo más profundo de la oscuridad del alma. Un pequeño defecto del nervio óptico, un efecto traumático: veinticuatro fotogramas iluminados por segundo, entre ellos oscuridad, el nervio óptico no registra la oscuridad. Cuando yo, en la moviola, paso la película cuadro por cuadro siento todavía la vertiginosa sensación de magia de mi infancia: allí en la oscuridad del armario ropero daba yo vueltas lentamente a la manivela pasando las imágenes una por una y veía así los cambios apenas perceptibles. Aceleraba: un movimiento.

Las sombras mudas o parlantes se dirigen sin rodeos hacia mis espacios más secretos. El olor a metal caliente, la temblorosa luz de las imágenes, el ruido de la cruz de Malta, la manivela en la mano”.
Nos hicimos amigos, ¿no nos hicimos amigos? ¿No invalidamos el viejo reparto de papeles de madre e hijo y nos hicimos amigos? ¿Hablamos con sinceridad y confianza? ¿No fue así? ¿Llegué a entender su vida, estuve siquiera cerca de entenderla? ¿O no fue más que una ilusión lo de nuestra amistad? No, no crea que estoy embrollándome, aplastado por los reproches que me hago a mí mismo. No tiene nada que ver con eso. Pero ¿amistad? ¿No eran los mismos papeles sólo que con otras réplicas? La representación se desarrolló como yo quise. Pero ¿el amor? Sí, ya sé, en nuestra familia no empleamos esos términos. Padre habla del amor de Dios en la iglesia. Pero ¿aquí en casa? ¿Qué pasó con nosotros? ¿Cómo nos las arreglamos con el corazón escindido, con el odio reprimido? 
-Debes hablar de eso con alguna otra persona. Yo estoy demasiado cansada.
-¿Con quién? Ni siquiera puedo hablar conmigo mismo… ¿Por qué salió todo tan mal?... ¿Nos pusieron máscaras en lugar de rostros, nos dieron histeria en lugar de sentimientos, vergüenza y remordimiento en lugar de ternura y perdón?
Mi madre hace un gesto en dirección a su pelo, la oscura mirada está inmóvil, no creo que parpadee siquiera.
-¿Por qué se hizo un inválido de mi hermano, por qué fue aplastada mi hermana hasta romperse en un grito, por qué tuve que vivir yo con una herida infectada que atravesaba todo mi ser y que nunca cicatrizó? No trato de buscar culpables, no quiero cobrarme nada, no soy un recaudador de impuestos. Sólo quiero saber el porqué de tanta miseria tras la frágil fachada del prestigio social. ¿Por qué resultaron tan dañados mis hermanos, pese al cuidado, al apoyo y la confianza que se les prodigó? ¿Por qué fui yo incapaz de mantener relaciones humanas normales?
Cortesía de Horacio Tubbia.
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El hastío cuelga como trapos de cocina húmedos en torno al alma. Sin embargo, no dejo traslucir nada. Mostrar las calamidades privadas en el trabajo es una falta profesional grave. El humor tiene que ser parejo y estimulante.
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A menudo vienen bandadas de pájaros negros a hacerme compañía: angustia, cólera, vergüenza, arrepentimiento, hastío. Hasta para el insomnio hay rituales: cambiar de cama, encender la luz, leer un libro, oír música, comer galletas y chocolate, beber agua mineral.
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Hoy, que me hago la ilusión de que estoy casi curado, me pregunto si hay o llegará a haber instrumentos capaces de medir y definir una neurosis que, de manera tan eficaz y acabada, representaba una ilusoria normalidad.
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Las horas que hizo desaparecer la operación me proporcinaron un dato tranquilizador: tú naces sin un fin, vives sin un sentido, el vivir es su propio sentido. Al morir te apagas. De ser, te transformas en un no-ser. No tiene por qué haber necesariamente un dios, entre nuestros átomos cada vez más caprichosos.
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"Le pregunté al pastor si debía levantar la mano y decir ‘Heil Hitler’ como todos los demás. Él contestó: -Mi querido Ingmar, todos lo considerarán como algo más que un gesto de cortesía. Empecé a saludar brazo en alto y a decir ‘Heil Hitler’. Me producía un efecto raro. (...) Aunque era clase de religión, el libro que estaba en los pupitres era el Mein Kampf (Mi lucha) de Hitler. (...) Los domingos la familia iba a misa solemne. El sermón del pastor era sorprendente. No hablaba basándose en los Evangelios, sino en el Mein Kampf. Durante muchos años estuve de parte de Hitler, alegrándome de sus éxitos y lamentando sus derrotas.”
(...)
“Cuando los testimonios de los campos de concentración se abatieron sobre mí, mi entendimiento no fue capaz, en un primer momento, de aceptar lo que veían mis ojos. Al igual que muchos otros, yo decía que las fotos estaban trucadas, que eran infundios propagandísticos. Al vencer, finalmente, la verdad a mi resistencia, fui presa de la desesperación, y el desprecio de mí mismo, que era ya una carga grave, se acentuó hasta rebasar el límite de lo soportable.”

(Fragmentos extraídos de Linterna mágica: Memorias. Colección MAXI. Tusquets Editores, 2001. Traducción de Juan Uriz Torres  y Francisco J, Uriz.)

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char