(Buenos Aires, 1919-Viterbo, Italia, 1978)
24. Dos casas tenían por límite un arroyo
Dos casas tenían por límite un arroyo,
de este lado vivía una loca, del otro un niño,
y se hablaban de una orilla a otra.
Léelo, eso es un relato de amor puro
si hay algo puro en el amor.
Hablaban de plantas y de hurones.
Versión de Guillermo Piro
(de "Italienisches Liederbuch" - 34 poemas de amor. Editorial Huesos de Jibia - Bs.As., 2010)
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Al fuego
Fuego, querido amigo de la sombra,
mi compañero, que ardes y te apagas
y vuelves a arder gracias a mi mano,
desesperado que consumirías
el mundo y aquí a solas te consumes
a ti mismo, en ti mismo acurrucado
como la pordiosera que en el alba
prende la hoguera de cada jornada
y se da en pasto de su brasa lenta.
Hijo del rayo, ahora hijo del hombre,
gato rojo, hay que darte de comer.
Vuélvete tigre, sal, crece, devora
todo si tanta gana tienes, haznos
ceniza, por su fuego solitario
sea mordido cada cual, y sea
vuelto bello, sea vuelto llamarada,
retorne al gran incendio original.
Versión de P.A.
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