domingo, 5 de febrero de 2017

Las palabras nos fatigan

Salvatore Quasimodo

(Modica, 1901-Nápoles, Italia, 1968)

Olvidad, oh jóvenes, las nubes de sangre
que ascienden de la tierra, olvidad a los padres:
sus tumbas se sumergen en la ceniza,
y pájaros negros, el viento, cubren su corazón.
**
Oboe sumergido

Avara pena, tarda tu don
en esta mi hora
de suspirados abandonos.

Un oboe gélido deletrea de nuevo
alegría de hojas perennes,
no mías, y olvida;

en mí anochece:
el agua tramonta
en mis manos herbosas.

Alas oscilan en ronco cielo,
lábiles: el corazón transmigra
y yo estoy yermo,

y los días son escombros.

Versión sin datos
*
Oboe sommerso. Avara pena, tarda il tuo dono / in questa mia ora / di sospirati abbandoni. // Un òboe gelido risillaba / gioia di foglie perenni, / non mie, e smemora; // in me si fa sera: // l’acqua tramonta / sulle mie mani erbose. // Ali oscillano in fioco cielo, / labili: il cuore trasmigra / ed io son gerbido, / e i giorni una maceria.  
* * *
Ninguno

Tal vez soy un niño:
los muertos le causan pavura.
Sin embargo, a la muerte le clama
soltarlo de toda criatura
-niño, árbol, bestezuela-
de tantas cosas en que pulsan
corazones roídos de tristeza.

Es que no tiene ya qué dar
y las calles oscuras están,
y no encuentra, Señor, ser alguno
que logre, a tu vera,
ponerlo a sollozar.

Versión de Carlos López Narváez
***
Ríe la urraca, negra sobre los naranjos

Tal vez es un signo verdadero de la vida:
en torno a mí muchachos con ligeros
movimientos de cabeza danzan en un juego
de cadencias y de voces a lo largo del prado
de la iglesia. Piedad del ocaso, sombras,
reencendidas sobre la hierba tan verde,
bellísimas al fuego de la luna.
Memoria os concede breve sueño;
ahora, despertaos. He aquí que cruje el pozo
con la primera marea. Esta es la hora:
no más mía, abrazados, remotos simulacros.
Y tú, viento del sur, fuerte de azahares,
empuja la luna adonde desnudos duermen
muchachos, fuerza al potro sobre los campos
húmedos de pisadas de yeguas, abre
el mar, levanta las nubes de los árboles:
ya la garza se adelanta hacia el agua
y husmea lenta el barro entre las espinas,
ríe la urraca, negra sobre los naranjos.

Versión sin datos
*
Da Nuove poesie (1936-1942). Ride la gazza, nera sugli aranci. Forse è un segno vero della vita: / intorno a me fanciulli con leggeri / moti del capo danzano in un gioco / di cadenze e di voci lungo il prato / della chiesa. Pietà della sera, ombre / riaccese sopra l’erba cosí verde, / bellisime nel fuoco della luna! / Memoria vi concede breve sonno; / ora, destatevi. Ecco, scroscia il pozzo / per la prima marea. Questa è l’ora: / non più mia, arsi, remoti simulacri. / E tu vento del sud forte di zàgare, / spingi la luna dove nudi dormono / fanciulli, forza il puledro sui campi /umidi d’orme di cavalle, apri / il mare, alza le nuvole dagli alberi: / giá l’airone s’avanza verso l’acqua / e fiuta lento il fango tra le spine, / ride la gazza, nera sugli aranci.  
***
Dar y tener

Nada me das, no das nada
tú que me escuchas. La sangre
de las guerras se ha secado,
el desprecio es un deseo puro
y no provoca ni el gesto
de un pensamiento humano,
fuera de la hora de la piedad.
Dar y tener. En mi voz
hay al menos un signo
de geometría viva,
en la tuya, una concha
muerta con lamentos fúnebres.

Versión sin datos
*
Da Dare e avere (1959-1965) Dare e avere. Nulla mi dai, non dai nulla / tu che mi ascolti. Il sangue / delle guerre s’è asciugato, / il disprezzo è un desiderio puro / e non provoca un gesto / da un pensiero umano, / fuori dall’ora della pietà. / Dare e avere. Nella mia voce / c’è almeno un segno / di geometria viva, / nella tua, una conchiglia / morta con lamenti funebri.
***
Acaso el corazón

Se hundirá el olor acre de los tilos
en la noche de lluvia. Será vano
el tiempo de la dicha, su furor,
aquel mordisco de rayo que explosiona.
Apenas queda abierta la indolencia,
el recuerdo de un gesto, de una sílaba,
pero como de un vuelo lento de aves
entre vapores de niebla. Y aún aguardas
no sé qué cosa, mi extraviada; quizá
una hora que decida, que recuerde
el principio o el fin; similar suerte,
ahora. Aquí negro el humo de los incendios
seca aún la garganta. Si  puedes,
olvida  aquel sabor de azufre
y el temor.  Las palabras nos fatigan,
rebrotan de una lapidada agua;
acaso nos quede el corazón, acaso el corazón…
 
Versión sin datos

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char