miércoles, 8 de marzo de 2017

¿Es ese mi sueño, o la verdad?

William Butler Yeats 
(Irlanda, 1835-1939)

Coole Park, 1929

Pienso en el vuelo de una golondrina,
en una anciana y su mansión,
un sicomoro, un tilo perdidos en la noche,
aunque esa nube del oeste es luminosa;
gran labor hizo allí a despecho de la naturaleza
para sabios y poetas que vendrán,
múltiples pensamientos resumo ahora en uno,
en la gloria danzante que aquellas paredes engendraron.

Allí Hyde, antes de haber tornado a prosa
aquella noble espada que embozaron las Musas.
Allí uno que tomara una actitud viril
a pesar de su débil corazón. Allí aquel hombre lento,
meditativo, John Synge, y aquellos
impetuosos, Shawe-Taylor y Hugh Lane
encontraron orgullo en su humildad,
un escenario presto, compañía excelente.

Cual golondrinas llegaron y se fueron
y sólo un poderoso carácter femenino
podía proteger el primer vuelo de una golondrina;
y la media docena que allí estaban formándose,
que parecían girar al mismo viento,
hallaron certidumbre en el aire soñado,
en la dulzura intelectual de líneas
que cruzaban el tiempo o que lo uncían.

Detente aquí, viajero, sabio, poeta,
cuando estancias y salas se hayan ido,
cuando una ola de ortigas cubra la tierra informe,
y haya sólo raíces entre la rota piedra,
y dedica –con ojos inclinados al suelo,
desviados del brillo clarísimo del sol,
así como de la sensualidad de la sombra–
un recuerdo instantáneo a la testa gloriosa.


William Butler Yeats, Poemas, selección, versión y prólogo de Jaime Ferrán, Madrid, Rialp, 1957.
**
LA CANCIÓN DE ÆNGUS ERRANTE 

Salí al bosque de avellanos,
Porque tenía un incendio en mi cabeza,
Y corté y pelé una rama de avellano,
Y enganché una baya al hilo;
Y mientras volaban las polillas blancas,
Y estrellas como polillas titilaban,
Eché la baya en el arroyo
Y atrapé una pequeña trucha dorada.

Cuando la hube dejado en el suelo
Fui a encender el fuego,
Pero algo susurró en el suelo,
Y alguien me llamó por mi nombre:
Se había convertido en una muchacha de tenue brillo
Con flores de manzano en su cabello
Que me llamó por mi nombre y corrió
Y se desvaneció entre el aire que aclaraba.

Aunque ya estoy viejo de vagar
Por tierras bajas y tierras montañosas,
Descubriré dónde se ha ido,
Y besaré sus labios y tomaré sus manos;
Y caminaré por la larga yerba de colores,
Y cogeré hasta el fin de los tiempos
Las plateadas manzanas de la luna,
Las doradas manzanas del sol.

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LOS HOMBRES MEJORAN CON LOS AÑOS

Estoy cansado de sueños;
Un tritón de mármol, gastado por el clima
En los riachuelos;
Y durante todo el día observo
La belleza de esta dama
Como si hubiese hallado en un libro
Una belleza imaginada,
Satisfecho de tener repletos mis ojos
O mis oídos que perciben,
Encantado de no ser más que sabio,
Pues los hombres mejoran con los años;
Pero aún así, aún así,
¿Es ese mi sueño, o la verdad?
Oh, ¡cómo quisiera que nos hubiésemos conocido
Cuando yo tenía mi ardiente juventud!
Pero envejezco entre sueños,
Un tritón de mármol, gastado por el clima
En los riachuelos.

Versión sin datos

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char