viernes, 12 de enero de 2018

Y la mañana será fría, y el crepúsculo, gris.

Christina Rossetti

(Inglaterra, 1830-1894)

Vanidad de Vanidades, dice el Predicador,
Todas las cosas son Vanidad.
El ojo y el oído no pueden llenarse
Con imágenes y sonidos.
Como el primer rocío, o el aliento
Pálido y súbito del viento,
O como la hierba arrancada del monte,
Así también es el hombre,
Flotando entre la esperanza y el miedo:
¡Qué pequeñas son sus alegrías,
Qué diminutas, qué sombrías!
Hasta que todas las cosas terminen
En el lento polvo del olvido.
Hoy es igual que ayer,
Mañana uno de ellos ha de ser;
Y no hay nada nuevo bajo el sol:
Hasta que la antigua Raza del Tiempo corra
El viejo espino crecerá en su cansado tronco,
Y la mañana será fría, y el crepúsculo, gris.
**
Recuerda

Recuérdame después de haberme ido 
cuando, bajo la tierra silenciosa 
no me alcance tu mano temblorosa 
ni pueda desandar lo recorrido. 
Recuérdame sin más cuando perdido 
el sueño que soñaste, cual la rosa, 
se deshoje, pues ya ninguna cosa, 
promesa o ruego, llegará a mi oído. 
Mas si me olvidas por un tiempo, amado, 
al reparar en ello no te aflijas. 
Si la muerte y los vermes han dejado 
algún vestigio de mi pensamiento, 
prefiero que me olvides si contento 
estás a que me evoques y te aflijas. 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char