lunes, 25 de abril de 2016

¿Desgraciada la perdiz que se enreda en el alambre?

Alberto Cisnero
(La Matanza, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 1975)




27-
¿ya aceptaste lo que odiás, o todavía desconocés
lo peor acerca de cualquier cosa, es decir, escribís
para lograr la calma, el equilibrio, la libertad
personal en tu cubil? ¿captaste un tiempo
idílico en el cual los pájaros cesaron de repente
en sus trinos y una constelación se hundió hasta
extinguirse en la cera con que los empleados
de limpieza adecentan el jol de los salones?
¿tachás y mirás directamente detrás del folio
sin localizar un rayo de luz o de sonido, algún
impulso eléctrico que te oriente? ¿ya lo habías
encontrado una vez y luego lo habías perdido?
¿atestiguaste que era un camino más largo
que llevaba a la misma meta o que llevaba más
allá de donde se puede regresar? ¿desgraciada
la perdiz que se enreda en el alambre? ¿vas
a declararte responsable de algún otro extraño
y arcaico rito? ¿tomás notas de todo lo que se
ausenta en tu cuerpo, creyendo al mismo
tiempo dos cosas que se contradicen?

De Forma parte de mi guerra.
Tomado de elinfinitoviajar.com

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char