Nacida en Moreno, provincia de Buenos
Aires, Hebe Uhart estudió Filosofía en la Universidad de Buenos Aires. Trabajó
como docente primaria, secundaria y universitaria. Colaboró con distintos
medios gráficos, entre ellos el suplemento cultural del diario El País de Montevideo, Uruguay. Escribió
notas de viajes, crónicas de personajes y situaciones.
(Moreno, provincia de Buenos Aires,
Argentina, 2 de diciembre de 1936- CABA,
Argentina, 11 de octubre de 2018.)
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Mejor tarde que nunca, qué sé yo
Si no hubiese sido por el estratega
Fogwil o sus amigos Elvio Gandolfo, Enrique Butti, me pregunto qué hubiese sido
de la obra de Hebe Uhart en estos días. De veras me lo pregunto porque antes de
que el estratega la consagró, como gran publicista que era, la cosa no era
así. Elvio E. Gandolfo cuenta en su
prólogo a Camilo asciende y otros relatos
(Interzona): "Con unos diez libros
publicados, la obra de Hebe Uhart conoce momentos alternos de invisibilidad y
difusión. Dios, San Pedro y las almas (1962)
y Eli, Eli, lamma sabachtami (1963)
conocieron un anonimato casi perfecto. Recién con Gente de la casa rosa (1970) alcanzó una difusión considerable -el
sello era Fabril- y tuvo un prologuista de peso: Haroldo Conti. El volumen recogía
varios cuentos de los dos libros previos. Los dos siguientes, La elevación de Maruja (1973) y El budín esponjoso (1977) fueron casi
invisibles. La distribución masiva para quioscos de la colección Capítulo Argentino que dirigía
Susana Zanetti para el Centro Editor de América Latina hizo que La
luz de un nuevo día (1983) tuviera amplia difusión. En cambio Leonor (Per Abbat, 1986) se vio poco, y además estaba
compuesto, en un movimiento extraño, por tres cuentos ya incluidos en La luz de un nuevo día. Un camouflage eficaz abarcó las tres
novelas cortas siguientes: Camilo
asciende (Torres Agüero Editor,
1987), Memorias de un pigmeo (Pluma Alta Ediciones, 1992) y Mudanzas (Mondadori, 1995). La contundencia de dos
recopilaciones recientes, Guiando la
hiedra (Simurg, 1997) y Del cielo a
casa (Adriana Hidalgo, 2003) consolidó el lugar que sus libros ocupan en la
narrativa argentina".
O sea que desde 1983 hasta 2003 (año en que Adriana Hidalgo la adopta hasta el presente, seguida luego por Alfaguara), Hebe misma habla de la edición de sus libros como un penar:
“–¿Por qué nunca publicó en editoriales grandes?
–Lo único que te garantiza es una mejor distribución. Una vez estaba por publicar, pero como me postergaban, le pregunté al editor qué pasaba. Me contestó que tenía que esperar porque estaban sacando a Isabel Allende. A esta altura no voy a hacer ninguna penitencia, ni penar a ver si me admiten o no. (Página 12, 2004). “No me sometería ahora a ir a las editoriales y correr el riesgo de que me reboten material, ni en pedo. Me parecería un movimiento absurdo. No es que no sea ambiciosa: soy cómoda. Escuchá esto: es porque soy cómoda. Y quiero mi comodidad, mi tranquilidad. He tenido mucha agitación de joven.” De Página 12, 2009.
Conocí a
Hebe a finales de los ’70. Gracias a Guillermo Boido, amigo en común. Con el
tiempo, nos hicimos amigas y hubo un período en que leía, comentaba y hasta
tipiaba sus originales. Conocí esa “agitación” cuando algunos editores la
maltrataban, la bochaban sin leerla. Otros, más tarde, la usaban, le pagaban
una miseria o nada por sus derechos de autor, y hasta le pedían dinero para publicarla
(ella llegaba a ofrecerlo para que la publicasen en tal o cual sello). Algunas
ediciones fueron descuidadas, mal distribuidas. Hebe realmente padecía todo
esto en voz más que baja. Cuando Fogwill dijo que era la mejor escritora
argentina no vino el reconocimiento inmediato, pasaron veinte años para que eso
sucediera.
Desde loca, borracha, desprolija y
otros epítetos, pagó el precio de no ser del palo, mucho menos pituca, muchísimo
menos del canon. No era solamente rara para algunos. Elvio Gandolfo explicó
este rasgo de rareza no como algo definitorio, sino como “producto de la
persistencia misma de la mirada, sin modificar su sencillez aparente, que nada
(y sobre todo nadie) es siempre ‘normal’”. Narradores reconocidos no
entendían ni apreciaban su escritura. También les costaba leer a Clarice
Lispector, Luisa Futoransky, Alicia Steimberg o a la uruguaya Armonía Somers.
Eli, Iamma sabachtani, que editó en 1963 gracias a un subsidio que
le había otorgado el Fondo Nacional de las Artes. Ese libro sí lo presentó.
“Invité a mis amigos y se pelearon esa noche, vino mediante, y nos fuimos unos
para el norte, otros para el sur”, contaba y se reía para desdramatizar aquello
que para otros podría resultar imperdonable, como estropearle la que había sido
su primera presentación.
También fue etiquetada como
minimalista: “La suya resulta entonces una literatura de la experiencia, pero
de una experiencia de baja intensidad, siempre módica: tal vez por eso su
literatura podría admitir, en este sentido, el atributo de minimalista. Es
Uhart quien no lo admite: '¿Quién dictamina qué cosas son mínimas o máximas? No
hay jerarquía de lo que es importante para escribir. La importancia la da el
que escribe'”. Martín Kohan, reseña
de Turistas. O naïve: “Lo de naïve tal
vez venga de que yo trabajo con material de cosas que pasaron ya hace mucho, y
entonces quedan con ese tonito medio elaborado, ya visto; digamos que el
conflicto ya está oculto. (…) Eso puede ser lo que dé cierta pátina de
ingenuidad. Pero yo no creo que sea naïve,
porque parece como fama de pelotuda, ¿o no?” De Página 12, 2009; “Yo no soy
inocente. Lo que sí tengo es esa veta medio optimista”.
En 2017, cuando aceptó el Premio
Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas en Santiago de Chile, afirmaba:
“Pienso y siempre pensé que la conciencia de la propia importancia conspira
contra la posibilidad de escribir bien, más aún, pienso que la hipertrofia del
rol le juega en contra a un escritor y a cualquier artista. Cuando veo que
alguien hace gala de su rol, sospecho que no escribe bien. Y no soporto los
cuentos en que los protagonistas son escritores, ni las películas sobre el
tema”.
Y sobre su relación con la poderosa
tradición de la narrativa argentina, hace una finta: “Mi maestro es un
uruguayo, Felisberto Hernández. Es una persona que me ha deslumbrado mucho. Me
ha acompañado. Los escritores, decía un amigo, son como todas las personas;
algunos son para tener en casa y otros para salir: Borges es para mostrarlo,
para salir con él, mientras que Felisberto Hernández es para la intimidad, para
amarlo”, dice la escritora que, después de ser admirada tantos años en secreto,
ahora sale definitivamente a la luz. (PE/Nodal)
Publicado por Nodal, extraído de Economía y
Negocios, Chile, el artículo fue editado por Mercurio, Chile, el 2 de agosto,
bajo la firma de Roberto Careaga y Anfibia.
"Cuando uno escribe, si es bueno, le
termina llegando el reconocimiento. Mirá que voy a ser la mejor escritora de la
Argentina, ¿qué quiere decir eso? Nada", dijo en una entrevista con Anfibia.
Puedo dar fe del caudal de anécdotas y
salidas, algunas recogidas por su observación finísima; otras, por su sentido
del humor mezclado con su arbitraria interpretación filosófica de los hechos y
las personas. Nos juntábamos a tomar café muy seguido; Hebe, ansiosa, siempre
llegaba antes y no daba tiempo a que me sentara para contar sus
“novedades”. En general, verbalizaba
cuentos enteros que recién había escrito, o que iba a escribir, con la misma
forma, la misma puntuación. Amante de Simone
Weil, Flannery O’Connor y Felisberto Hernández, esos cafés fueron clases
magistrales que tuve el lujo de recibir.
En los asados que solía hacer cada
tanto, invitaba a personas, al principio, muy dispares, y con el tiempo fue
aprendiendo a reunir gente más afín;
hacía preguntas agudas a cada uno y, arbitrariamente, como siempre, daba
su particular punto de vista. Reíamos y aprendíamos.
Una de esas “salidas” tan personales,
un momento desopilante que quedará en la historia de la Feria del Libro, fue en
una mesa en la que Uhart, que
hablaba de las similitudes en la comunicación corporal de humanos y simios, una
mujer sentada en las últimas filas la interrumpió, para decir que el hombre no
desciende de los monos sino que los monos llegaron de otro planeta y, acto
seguido, empezó a ladrar. Cuando todo parecía que se desmadraba, Uhart le dijo
"Yo no comparto el creacionismo, yo creo en la evolución" y siguió
como si nada hubiera pasado. El aplauso fue estridente.
Samanta Schweblin recuerda la vez que Hebe contó en
una mesa organizada por el Centro Cultural General San Martín; Uhart habló
última, cuando el público estaba casi dormido de escuchar a los escritores
hablar de su vida. Y les dio un cachetazo en el rostro: "Les voy a contar
un sueño. Soñé que cogía con Maradona", dijo (y/o provocaba), y comenzó a
relatar ese sueño.
"Hablé de infancia a rolete,
hablé de mi familia, de los inmigrantes, de mi pobre tía loca, ¡ya está! Ahora
quiero otra cosa, por eso hablo de los animales."; “Pordelantear, por
ejemplo, la tomé de una señora que vino a mi casa y que me dijo ‘Yo avanzo sin
pordelantear a nadie’.” El hecho de evitar a toda costa el lenguaje académico,
el savoir faire, etc., quizás haya
sido uno de los motivos por los que sus clases se llenaban, y no volaba mosca
alguna cunado señalaba: La obsesión, decía, no sirve para escribir, como no
sirve la impaciencia. Y lo expresaba de esta forma: “Para escribir, como decía
Chéjov, hay que estar a media rienda”. (Clarín)
Cuando dejó la ficción para pasar a
sus crónicas dijo: 'Yo no soy aventurera'. Durante 2015, recorrió como siempre, block en mano: Bogotá, Lima, Quito,
Otavalo, Resistencia, Tucumán, Carmen de Patagones para Viajera crónica. La
Patagonia, Ecuador, Córdoba, Roque Pérez, pueblos de la provincia de Buenos
Aires, distintos pueblos indígenas, cooperativas rurales (a una de ellas donó
la mitad del Premio Premio
Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas de Santiago, Chile, 2018).
“Mejor tarde que nunca, qué sé yo”, dice Uhart ante el
reconocimiento tardío. Prefiere no opinar sobre su supuesta mirada asombrada en
la escritura o eso de ser una autora de culto. “Eso que lo digan los otros”,
añade.
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Bibliografía
y comentarios
Elvio Gandolfo escribía en su prólogo
para “Camilo asciende” (de 1987): “Lo que la convierte a la vez en un ejemplo
muy poco frecuente de penetración filosófica o antropológica y en portadora de
un humor opresivo, desopilante, es que se incluye a sí misma en esa mirada, a
través de sus distintos alter ego cuando hablan en primera persona”.
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Por Tomás Abraham
Conozco a Hebe desde hace veinte años. Trabajó conmigo en la
cátedra de Filosofía de la UBA. Durante el mismo lapso fue parte del Seminario
de los Jueves. Es así que la escuché. Y leí algunos de sus libros. Hebe tiene
una mirada rara. Toca y se va. No le gusta que se le impongan. Es un ser libre,
inaprensible. Sus palabras se miden con una vara pequeña. Le gustan las frases
cortas y odia discutir. Prefiere intervenir con interrogantes. Sus
observaciones terminan con un “¿no?”.
Es una persona orgullosa, su compromiso con la literatura es
vital. Escribir para ella es algo muy serio, no da lugar para poses y pavadas.
No le interesa el negocio de la literatura, ni el aparentar de la gente que
tiene la etiqueta de escritor. Escribió siempre, con una cadencia parecida.
Quizá pueda decirse que le gusta la metonimia. Las cosas ocurren, pasa un
perro, una tía tose, un pibe se olvidó una bolita, se quemó la tortilla. La
vida sucede, y las personas son pequeñas. Para Hebe, los hombres se expresan en
chiquito, pero ya sea cuando lo hacen así, con poco, con lo que pueden, o,
cuando aparentan ser muy grandes y enfatuados, Hebe se ríe.
Hebe Uhart es una escritora con humor, leerla es entrar en una
atmósfera liviana, matizada, con pinceladas finas. Nos saca una sonrisa. Pero
no diría que es amable, por el contrario, es intransigente, eso por un lado;
por el otro, su mirada no sale de sí, tiene la autonomía de ciertas locuras.
Parece inconmovible. Admito que me he quedado en una descripción psicológica
con escasos argumentos estéticos. Pero no se me ocurre más que decir que Hebe
escribe bien, sabe componer cuentos y ofrendarlos ya destilados, y, con sus
personajes, tiene el mismo buen trato que su maestro Felisberto Hernández.
Concluyo diciendo que Hebe Uhart es una escritora doblemente oriental, tiene
algo de uruguaya y de japonesa.
Página 12, 2004.
Hebe Uhart integró el Seminario de
los Jueves, desde 1984, junto a Gustavo Mallea,
Zopi, Alfredo Tzbeivel, Hebe Uhart (con un profundo interés por el
empirismo inglés, según Tomás Abraham), Carlos Savransky. También Esther Díaz y
Jaime Plager. Gente que venía de la Universidad de Morón como Miguel Wiñasky,
Oscar Terán, a Enrique Marí y a Alejandro Rússovich. Samuel Cabanchik. Jorge Telerman, Elías Neumann, Eugenio
Zaffaroni, Luis Moreno Ocampo, Néstor Perlongher, Horacio González, Christian
Ferrer y Ricardo Forster, Edith Elorza, entre otros… Seminario dirigido por Tomás
Abraham.
Fue profesora en Filosofía y trabajó durante casi toda su
carrera en la cátedra de Tomás Abraham, en la UBA.y en la Universidad de Lomas
de Zamora.
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1962- La editorial Menhir, de Rosario, publica su libro de cuentos Dios, San Pedro y las almas.
1963- Aparece en Buenos Aires su libro de cuentos Eli, Eli, Lamma Sabachtani, publicado
por la editorial Goyanarte.
1970- La editorial Fabril publica en Buenos Aires su libro de
cuentos La gente de la casa rosa.
1974- La Editorial Cuarto mundo publica la nouvelle La elevación de Maruja.
1976- Su libro de cuentos El
budín esponjoso es publicado por la editorial Cuarto Mundo.
1983- El Centro Editor de América Latina publica en Buenos Aires
su volumen de cuentos La luz de un nuevo
día.
1987- Se publica su novela corta Camilo asciende (Torres Agüero Editor). Participa en el Primer
Encuentro de Escritores organizado en Buenos Aires por el Diario Clarín.
1992- Aparece en Buenos Aires el libro de relatos Memorias de un pigmeo (Editorial Pluma
Alta).
1995- La editorial Bajo la Luna Nueva publica en Buenos Aires su
novela Mudanzas.
1997- La editorial Simurg, de Buenos Aires, publica su libro de
cuentos Guiando la hiedra.
1999- Su novela breve Señorita
es publicada en Buenos Aires por la editorial Simurg.
2003- La editorial Adriana Hidalgo publica su libro de cuentos Del cielo a casa. “En su nuevo libro Del
cielo a casa abundan los cuentos cuyo tema es un viaje (viajes a Alemania, a
una pequeña ciudad de la provincia de Buenos Aires, a la frontera de Uruguay
con Brasil, o el viaje de un holandés a Buenos Aires). Se esperaría la
secuencia característica: viajar, vivir, contar. Pero estos viajeros viajan
esperando volver, porque el gusto del viaje es volver para encontrar todo
distinto (‘la casa distinta’, dice Hebe Uhart, dejando ver que en su propia
casa transcurre la parte de los viajes que más le agrada: ‘me gustaría tener el
don de la bilocación’). Mientras viajan, es menos lo que viven que lo que
observan (como Felisberto Hernández, al que Uhart señala como su referente, que
‘no hace más que mirar y mirar’). Viajan y viven; pero viajan incómodos y viven
mirando, y lo que cuentan está por eso impregnado de observaciones agudas,
leves o no tan leves descolocaciones, el lento incordio de las cosas que
cambian”, escribió Martín Kohan, en la
Revista Ñ, diario Clarín, el 2 de agosto de 2003.
2004- Se publica su libro de cuentos Camilo asciende y otros relatos (Interzona). “El mundo de Hebe
Uhart, que con tanta nitidez aparece en estos relatos, es abundante, colectivo
o absolutamente personal, nunca psicológico en el sentido tradicional,
novelístico. Desde la primera persona, o desplegando múltiples vidas ajenas,
siempre está mirando hacia fuera. Le ha dado a la literatura argentina decenas
de personajes emocionantes, inolvidables, que establecen al hablar, al actuar,
al tener sentimientos por otros, una manera de existir, de resistir, de no
entregarse. Incluso algún ser que no habla, como esa isoca que se queda a
escuchar el divague teológico y palabrero de un predicador mientras afuera
llueve. Pero que en cuanto la lluvia para, se toma el olivo, silenciosamente”,
escribe Elvio Gandolfo, en el prólogo de la edición.
2008- Se publica Turistas (cuentos),
por Adriana Hidalgo Editora.
2010- Se publica Relatos
reunidos (cuentos y nouvelles), por Alfaguara.
2011- Se publica Viajera
crónica (crónicas de viaje), por Adriana Hidalgo Editora.
2012- Se publica Visto y
oído, por Adriana Hidalgo Editora. “Hebe Uhart viaja desde muy joven, pero
hace apenas dos años que publica crónicas. Hace décadas, publicó un texto sobre
la previa del Carnaval de Corrientes, pero no mucho más. Antes, dice, el viaje
era sólo por placer, por aventura. “No bien tuve mis primeros sueldos, los
gasté en viajar. A los 18 años me fui a Ushuaia; a los 20 me fui a Bolivia, en
un viaje de cuatro días en tren, y de ahí a Perú. Después, desde los 21, me fui
todos los años a Brasil. En micro, en tren, de cualquier manera.” Sus crónicas
conservan ese espíritu de turista: cuentan los incordios con la tarjeta-llave
de los hoteles, se asombran con los excéntricos habitantes de Capilla del
Monte. Pero si los textos de Visto y oído son, además, muy hermosos, es por las
observaciones de narradora lúcida de Uhart.” (Página 12, Radar Libros, fragmento de la nota de Mariana Enriquez,
diciembre 2012).
2015- Un día cualquiera
(mapa de las lenguas) (cuentos) Adriana Hidalgo Editora.
2015- De la Patagonia a
México (crónicas de viaje) Adriana Hidalgo Editora.
2017- De aquí para allá
(crónicas de viaje) Adriana Hidalgo Editora.
2018- Animales
(crónicas) Adriana Hidalgo Editora.
Distinciones
2004 - Premio Konex, Diploma al Mérito por "Cuento:
quinquenio 1999-2003".
2011 - Premio Fundación El Libro al Mejor Libro Argentino de
Creación Literaria, por su libro Relatos reunidos, publicado por Alfaguara en
2010.
2014 - Premio Konex, Diploma al Mérito por "Cuento:
quinquenio 2004-2008".
2015 - Premio Fondo Nacional de las Artes (letras).
2017 - Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas.