jueves, 17 de septiembre de 2009

Ominoso todo


Algunos poemas de ELVIO GANDOLFO
(San Rafael, Mendoza, Argentina, 1947-)


Ventanilla

El techo de nubes bajas en la madrugada,
sobre las cuchillas suaves empastadas de gris
por el cielo de tormentoso Apocalipsis silencioso
que casi las toca. Ominoso todo, inminente y letal
en su mudez a no ser por aquel fondo lejano de
reflejos solares rectos y triunfales, bíblicos:
el paisaje exacto y remoto para el nacimiento
de un nuevo Dios o del mismo que vuelve resucitado
después de cuatro siglos de ausencia.
***
La que era poeta

Ni la loca,
ni Juanita Banana.

La de América,
la que contó y cantó
al Chico Carlo,
la que tuvo lenguas de diamante,
rosas de viento,
cántaros frescos
y milagros dulces,
y hacia el final,
dientes destruidos.

Porque cayó, cayó,
como suelen caer
en esta orilla oriental
los inventores y cantores,
hasta naufragar en casas ruinosas,
emolumentos nulos,
y un rostro asombrado,
nada rencoroso,
de “yo merecía otra cosa”.

Un tanto rechazada, olvidada,
apartada a esa altura,
por esa gente montevideana
de las “fuerzas vivas”
tan cultora del deber ser,
del se hubiera cuidado,
del tendría que haber
pensado en su futuro.

Gente después aún más apasionada
cultora de la culpa y el pago
un poco mezquino,
demorado, tardío,
siempre posterior
a la muerte
de la susodicha,
caída ya en decúbito dorsal.

Así que al final está,
bella pero un poco matrona
(no joven y alegremente sexy
como lo fue en sus tiempos),
un poco amarilla por la tinta,
con rodete,
en esos almidonados billetes de 1.000,
los de más alta denominación,
que voy dejando caer en cantidad
(uno, dos, tres, cuatro,
cinco, seis, siete, ocho)
a cambio de un alquiler
y dos gastos comunes.
***
Bandazos

¿Se te salió la cadena,
te descontrolaste?

¿Perdiste la brújula,
te desorientaste?

¿Andás sin corazón,
te desamoraste?

¿Estás pensando,
te desidiotizaste?

¿Ahora sos bacán,
pelechaste?

¿Te pasaste al poder,
pechaste?

¿Eras flor de romántico,
te desilusionaste?

¿Te fuiste del presente,
te pasaste?

¿Patinaste en el riel,
te descarrilaste?

¿Le erraste al trampolín,
te reventaste?

¿Fuiste, loco, fuiste?
**
Extraídos de laseleccionesafectivasuruguay.blogspot.com
**
LAS ZONAS PARTICULARES

Cada cual
aunque odie en parte
a la ciudad
o la vea
como un plato hondo
de sopa
chata dilatada calurosa
elige una zona que ama.
El lugar donde besó
las pocas cuadras donde
no sabe por qué
entra como
en una novela
o en un cuento.
Pienso en la mía:
San Martín desde San Lorenzo
al río.
Simplemente el paso
por esa calle
el bienestar.
Como si leyera y actuara
al mismo tiempo
en una novela
o en un cuento
donde al personaje principal
le hace bien
caminar por una o dos
cuadras de su ciudad.
***

La imperdonable alegría


Cuatro poemas de FRANCISCO "PACO" URONDO
(Santa Fe, Argentina, 1930 - Mendoza, 1976)

Hoy un juramento

Cuando esta casa,
en la que vivo hace años,
tenga
una salida, yo cerraré
la puerta para guardar su calor;

yo la abriré
para que los vientos
de todas partes, vengan
a lavarle la cara;

a remontarla,
de esa manera con que vuelan
las intenciones,
los aparecidos, los recuerdos por venir,
y lo que a uno le asusta
aunque todavía no haya ocurrido.
***
La pura verdad

Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor
y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me avergüenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin
darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a
cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi
memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme,
pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.
Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la
Cenicienta, aunque algunos

me recuerden con cariño o descubran mi zapatito
y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no
sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.

***
Algo

a Rubén Rodríguez Aragón

con tu muerte
algo vendrá
algo que jamás sacudió
tu conciencia

no importará
la tierra que te rodea
el árbol que te soporta
el agua que admitió tu pereza

no será algo
que ahora retumba en tu memoria
ni las resonancias que prefirió olvidar

vendrá algo sin vínculos
una lluvia sin pasado
sin gestos censurables
o bondadosos

no estará en juego
tu salvación
tampoco el olvido
ni el arrepentimiento

el "ángel tuerto"
no vendrá a consolarte
no será necesario
y olvidarás también el consuelo
para tu corazón
no habrá consuelo el día en que caigas

no habrá estaciones
ni pájaros
ni trenes
ni alcohol
ni sangre penosa que aguantar

no por eso habrá descanso
el día en que llegue algo que no suponías
algo que vendrá a reclamar
el lugar en el mundo
que supiste negarle

una indescriptible culpa
haciendo estallar las huellas
que minuciosamente lograbas distribuir

ningún rastro

con tu muerte
vendrá una nueva
y desconocida vergüenza
***
Otra cosa

Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras,
me molestan y no las puedo tolerar.

Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada
está resuelto.

**
Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char