miércoles, 27 de mayo de 2009

Te tengo en la punta de la Lengua


Unos pocos poemas de SUSANA CERDÁ
(Buenos Aires, 1949)


4

AVEJENTADA FIBRA color crema, clavo la tela contra la madera, la piel se arruga, se fricciona, se vuelve fina, transparenta la opacidad de una rodilla, dos, magras carnes inclinadas, nunca perdonadas, partes incrustadas en la constante reverencia hacia.
Culposa intersección.
Complacerse con el fru-fru de una conciencia que no arde sino exhala: tibios rumores, olores leves, piel.
Los pequeños deseos, los deseítos, las humildes fantasías, los sueños apenas recordados, la alta idea de esas pequeñas cosas que la acontecían, su mundito casi mudito, cúmulo jironeado de memoria, para acá, para allá, mientras algo seguía tratando de prenderse, se refractaba en diferentes escenas, le daba el cariz levísimo.
A lo largo esas tiras finas de carne, de ahí en más, uno podía deslizarse mirando el error, poro por poro. La diestra matemática que lo argumentaba ahí.
***

20

UNA TELA, un paño cualquiera, una textura.
Que sirva para, que se amolde, que absorba, reciba.
Lo esponjoso de la cosa.
Una piel, una lengua, un papel fino.
Algo que se preste.
Una intencionalidad volcada hacia eso que sale y sale.
Se desparrama, desborda, cae.
Líquido que corre buscando una superficie para seguir.
Forma que estalla de una forma y espera. ¿Espera?
Suspendida por su propia densidad, esperada por su mismo
volumen, avanza siguiendo su sentido. De ser sentida
por otra forma.
Contenida se transforma en contenido.
Se guarece en el pliegue de la textura.
Pequeñas lagunas que no terminan de ser absorbidas trazan
huecos.
Se demora, emana. El corte.

Un tejido, un cuerpo que soporte el drenaje interminable de
esta corriente.
Un espacio que haga posible el sueño de llegada. (¿La pro-
mesa de una conclusión?)
Un modo que diga de un tiempo de articulación.
El toque.
El toque de queda. Lo artificioso del silencio.
***

22

a Osvaldo Lamborghini

QUÉ ME QUEDA de ti
qué
qué me queda
agonizante amor
nobleza pasajera
fértil amanecer en mi escritura
(diadema de dolor, brillo incrustada en tus fulgores)
qué me queda de ti sino estos pocos
locos versos de lengua y de rasguido.

Qué sino anular los orificios
la segregación del silencio
arrimada al zumbido de tus escozores
idolatrar la determinación
la sobredeterminación
el destino
embadurnar tu contingencia de interminables ceremonias
amarte, quiero decir.

Aún resuena lo tácito rugiendo entre los dos
¿amarnos dije?
El problema es la puntuación.
Entre comillas
te tengo entre comillas
o a veces entre paréntesis te tengo
fiel frenesí.

Qué me queda sino
las maquinaciones de una transpiración:
la voracidad de una cantinela pervierte presagios
desprestigia al son augustas superficies
rasga
cae el sonsonete por declinación de onomatopeya
lo obvio carcome los vericuetos de la palabra,
reza.
Los ruidos de una siesta
son como una siesta.

La palabra “indebido” era
un a través cristalizado
una canción que rumoreaba a mis espaldas
ella les ponía música a mis actos.
Nunca cantó, decías, era el tono
en que mi madre me nombraba
nunca cantó
solamente cantaba.
El padre atravesaba con su ojo anular mujeres índices
fue el modo indicativo para un pretérito imperfecto maternal.
Mientras
todo ocurre mientras
(nunca digas mientras)
tu hermano leía a Pound a gritos
en la intemperie de la noche
y vos traducías a Cervantes, por si acaso.
Su mano sobre la tuya
su libro sobre tu libro y el poema
sementándose ahí abajo.
Sostengo las arcadas
por donde hemos pasado sabiendo que no cumpliríamos
las bodas de oro
y esa arcada previa a toda devolución o vómito
y los arqueos de nuestro encuentro
los corcoveos, las contabilizaciones
los puntos de vista
los puntos de divergencia
los puntos suspensivos.

“¿Por qué no nos preocupamos por el rocío?”

No iremos a Verona ni a Isladelba
pero aún me queda,
qué me queda de ti sino estos pocos
fulgores religándose en la presunción de una escritura.

El subrayado es mío.
Qué me queda de ti: amada metonimia del pasado.
Los textos son ajenos.

Te tengo en la punta de la Lengua.

2 comentarios:

Constanza dijo...

es hermoso ese poema, me encantaa

Besos

Irene Gruss dijo...

Sí, es muy, muy bueno. Gracias, Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char