Tres poemas de AMELIA BIAGIONI
(Gálvez, Santa Fe, Argentina, 1916-Buenos Aires, 2000)
LA FUGITIVA
Dónde
en qué noche y maleza
estoy corriendo
pelo rojo despavorido
ojos y nuca desbandados
gritando rotamente.
Soy la fugitiva
por qué
me persiguen sin tregua
quiénes
y huyo desnuda rota
atravieso cruentas palabras
pierdo los ojos
no puedo más
tropiezo
me derrumbo
pelo gris
grito
gris.
No huiste lo bastante
dice mi espalda
y me levanta.
Y huyo otra vez
manando
pelo rojo aterrado
huella roja
pájaro fijo.
Sabiendo solamente
de profundis
que debo huir
que vienen acortando distancia
no
no
no
que se acercan
desde una noche
venidera.
***
Cada día, cada noche
Cada día
me levanto sin nombre,
y en la nuca
una sombra
tenaz, ajena, a filo,
me acusa desde siempre;
y la culpa
total, indescifrable,
entera, me usurpa,
no sé quién soy, me oculto, huyo,
y me pierdo extranjera.
Hasta sentir,
cada noche,
una luz
fiel, entrañable, mansa,
que vuelca desde siempre
río, libélulas, sol, trébol
en mi cabeza más lejana,
y le apoya
alguna, aquella mano;
y cuando empiezo a recordarme,
un ruido sucio, espeso,
de sombra,
se interpone en la nuca
y despierto
sin nombre.
***
Post mortem
Me miran con fijeza ya desierta
mis ojos, desde el cuerpo casi frío.
Acaba de arrojarme el pecho mío
cerrándose después como una puerta.
Sin embargo estoy viva, más despierta
que un filo, sin error, sin desvarío.
Qué espantoso llegar a este sombrío
descubrimiento. He muerto y no estoy muerta.
Quiero llorar con llanto y ya no puedo.
Lo que dudé era cierto: Estoy probando
que se acaba la sangre y no la vida.
Nunca podré morirme. Tengo miedo.
¿Quién con eternidad me está nombrando
e infinito se acerca? Estoy perdida.
Para leer más poemas de Amelia Biagioni, aquí
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
3 comentarios:
Sinceramente increíble. Me encanto ya estoy buscando un librito de ella.
Muchas gracias por compartir y darnos la posibilidad de conocer grandes poetas.
Tengo tu libro y me encanta.
Besos.
¡Excelente!
Gracias, Val y Chema. Mi saludo, Irene
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