miércoles, 7 de septiembre de 2011

Acerca de los Premios Nacionales 2011

Sumo a esta entrada el inicio de un posible debate, digno, en lo posible, con diversas opiniones que han surgido en distintos medios. Uno de ellos es el diario Clarín, en el que salió una nota de Jorge Fondebrider, el 1° de septiembre; otro, ya en La Nación,  a través de la publicación de dos notas de Ivonne Bordelois y de Jorge Monteleone, el 2 y el 6 del corriente mes respectivamente. Otro es el blog de María del Carmen Colombo (blogdelamasijo.blogspot.com), del cual agrego el enlace, aquí, a fin de leer los comentarios. Sumo la columna de Jorge Aulicino, editada en la Revista Ñ digital el 8/09/011, a modo de poder abarcar todos los puntos de vista.

El texto original de la entrada figura debajo de dichas notas. I.G.
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En 2004, la incipiente gestión de Torcuato Di Tella, comenzada con la presidencia de Néstor Kirchner, decidió hacerse cargo de los Premios Nacionales no otorgados durante los dos últimos años de la presidencia de Carlos Menem. Así, en la oportunidad, se premió a distintas disciplinas para el trienio 1997-1999. Nada se hizo ni para el lapso que va de 2000 a 2003 –las presidencias de De la Rúa, Rodríguez Saa y Duhalde– ni tampoco para los años venideros. Por eso, ahora que acaban de ser entregados los Premios Nacionales correspondientes a Poesía, Texto dramático, Ensayo político, Ensayo psicológico y Tango y folklore, el hecho debe ser considerado un motivo de regocijo. También, de reflexión.



La primera es por qué la Secretaría de Cultura, que se felicita por haber convocado estos premios, no lo hizo para todo el período que va de 2000 a 2011, limitándose apenas a los años 2007-2010. Quedan pendientes ocho años, de los cuales hay cuatro que corresponden a parte de las gestiones presidenciales de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. ¿Por qué, si “el proyecto” es el mismo, no volvieron antes? La explicación dada por Rodolfo Hamawi, Director Nacional de Industrias Culturales, quien reconoció el retraso, suena a chiste: “Antes hubo otras prioridades. Se trabajó en la federalización de la cultura, en industrias culturales”. A la luz de otras realizaciones faraónicas emprendidas, uno piensa que es curioso que el Estado no haya podido distraer una parte ínfima de los fondos que dedica a Cultura para premiar a quienes hacen que nuestra vida sea mejor. Lo cierto es que, mientras los funcionarios de la Secretaría de Cultura viajaron por el país y el extranjero federalizando todo lo federalizable, muchos creadores de modestos recursos, para quienes los Premios Nacionales pudieron haber sido una tabla de salvación después de toda una vida de trabajo, tuvieron que esperar.


La segunda reflexión se refiere a la elección de los jurados. Convengamos que, dado que tienen que fallar un premio otorgado por el gobierno, su elección tendría que estar completamente alejada de cualquier posible suspicacia porque, aunque es normal que cada uno tenga sus simpatías personales, sus intereses estéticos o sus compromisos partidarios, juntos, deberían representar algo así como el gusto del Estado que convoca al premio y no el del gobierno a cargo del Estado. Por lo tanto, el jurado debería representar la mayor diversidad de posiciones estéticas y políticas para no quedar sesgado, lo que podría ser el caso.


La tercera se vincula al premio de Poesía. Según las bases, lo que se galardona es un libro y no una obra. El criterio es curioso porque, si por caso, algún gran poeta argentino tuviera la desgracia de concursar en la misma oportunidad que otro colega igualmente importante, siempre habría que optar entre alguno de ellos, relegando al otro. Podría darse así el caso de que un claro merecedor de un Premio Nacional nunca lo recibiera. Premiar la trayectoria de alguien sería más justo que llevar todo a una compulsa que admite todo tipo de desprolijidades. En consecuencia, tanto más justo sería que el jurado eligiera sobre la base de una obra más que sobre la circunstancia un tanto azarosa de un único libro. Por caso, cuando con justicia se premió a Juan Gelman, no faltaron voces que se alzaron arguyendo que el texto premiado estaba en el seno de un libro que incluía otros libros previamente editados. En ese momento, el jurado tuvo que salir a explicar que no se premiaba el libro que se decía que se premiaba, sino a uno de los libros de ese volumen.


Otro tanto podría ocurrir ahora con Diana Bellessi, quien ya por su obra –al igual que Juana Bignozzi, Mirta Rosenberg, Susana Cabuchi o Irene Gruss, para nombrar a algunas grandes poetas argentinas– debería ser merecedora del Premio Nacional. De acuerdo con lo dicho por el jurado, Bellessi fue premiada por Tener lo que se tiene, uno de los libros que forman parte de la monumental obra completa del mismo título, que incluye todos los libros anteriores de la autora. La falta de aclaración se constituye entonces en una fuente de malentendidos. Así, tampoco esta vez faltaron quienes dijeron que se premiaba la obra completa. Y en ese caso uno bien podría preguntarse por qué poetas tan importantes como el santafesino Hugo Gola o el sanjuanino Jorge Leónidas Escudero, ambos con más de 80 años y una vasta obra publicada, tuvieron que competir apenas con uno de sus libros contra una obra completa.


Como bien dijo la misma Diana Bellessi –a quien, con poco respeto por todo lo que implica el término, una cronista irresponsable llamo “la primera dama de la poesía”–, recibir el primer Premio Nacional permite una cierta tranquilidad económica que se traduce en un reconocimiento monetario por los esfuerzos de toda una vida que, aunque, no tan bueno como lo que reciben diputados y senadores por apenas unos pocos años de servicio, ayuda a calmar los nervios.
Por Jorge Fondebrider

© Diario Clarín, 1/09/011
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Aureolada por una tenaz trayectoria profesional, Diana Bellessi acaba de conquistar el codiciado Primer Premio Nacional de Poesía. La siguen en jerarquía Arturo Carrera y Hugo Gola, con el segundo y tercer premio. A Jorge Leónidas Escudero, un sanjuanino de 91 años que muy de tarde en tarde condesciende a Buenos Aires, le corresponde una muy modesta Mención, apenas mencionada en la prensa.


Antes que de las personas, correspondería hablar aquí de los derechos de la poesía. Cuando decimos poesía hablamos de esa fuente que mana y corre aunque es de noche, y verdaderamente parece estar anocheciendo en el cielo estelar de la crítica literaria argentina. La historia no es nueva: recordemos el premio denegado a Borges y discernido a un oscuro escritor que ya nadie recuerda, pero que tenía la virtud de ser menos extranjerizante que el autor de "El jardín de los senderos que se bifurcan", allá por los años 40.


Paralelamente a la economía actual, nuestro país tiene un capital poético extraordinario, pero en algunos casos negado y en otros muy mal distribuido. Nadie recuerda ya a un poeta excepcional como Juan Rodolfo Wilcock; Manuel Castilla sería una eminencia poética en cualquier territorio literario menos descuidado y más atento y lúcido que el nuestro. El esnobismo, la imitación, las vanas banderas ideológicas o demagógicas, los padrinazgos o madrinazgos supuestamente conseguidos y encumbrantes, los contactos internacionales bien o mal logrados, las hábiles maniobras y acrobacias publicitarias han exaltado y laureado a evidentes mediocridades hoy rutilantes y mañana olvidables.


Nada de esto es nuevo, se me dirá, pero el tema es que la mala repartición del prestigio poético acerca y luego aleja definitivamente a un público que quisiera de buena fe entrar en el reino de la poesía y se ve expuesto sólo a lo retórico, lo fingidamente transgresor, lo trivial, lo desarticulado, lo insípido o lo exangüe. O simplemente a lo convencional descriptivo, como los "Sudorosos en el porche", de Bellessi: "Se ha bañado en la hora caliente/ del mediodía y ahora, posado/ entre las ramas de la hortensia/ se despulga y se peina con su pico/ batiendo grácil las alas. A sólo/ un metro de distancia. Estoy quieta/ mientras leo y no soy de presa, un árbol/ más que no le da miedo. Qué regalo/ esta secreta cercanía nuestra,/ yo en la veranda y él en la rama/ tan despiertos y tan en calma somos/ vecinos el zorzalito y yo".


Es un problema de voz, de impostación central: hay esos textos que se llaman poesía y pueden ser amables y correctos, con cierto oficio, sí, pero lo fundamental es que no nos ocurre nada leyéndolos. Y hay otros de los que emergemos necesariamente transformados, como este poema de Escudero, "Ultima apuesta": "Apártense, déjenme pasar/ vengo de estar existiendo y ya lo sé/ voy a las palideces. Merezco/ descanso pero antes/ quiero mirar atrás del horizonte para/ no verme siempre aquí como árbol seco/ donde no hay más que hablar./ No atajen, no digan que hay medicina buena/ dejen que me siente en el umbral/ a ver pasar la última gente. Los pájaros/ están escondiendo la cabeza bajo el ala// Manden alguien a comprar pan/ no digo de aquí sino de mañana/ porque mi hambre última/ es de lo que aún no he visto".


En los dos poemas alguien se siente como un árbol, en los dos hay pájaros. Pero uno es una pintoresca estampa, tan previsible como olvidable, dibujada por una vecinal y apacible contempladora de la naturaleza que, como el zorzalito, "bate grácil las alas" (¿se puede escribir así en el 2011?), mientras que el otro nos arroja un manotazo de verdad inclemente, una música negra indómita, una humanidad irrenunciable.


Aquí no se trata del Primer Premio Nacional de Poesía, sino del inmerecido agravio que recibe Jorge Leónidas Escudero, un anciano e insigne poeta sanjuanino. Que el Honorable Jurado, acompañado de su impresionante cortejo curricular de cátedras, premios, menciones, ediciones y demás equipajes, se haga cargo.


La autora, doctorada en lingüística en el MIT, es poeta y ensayista.
Por Ivonne Bordelois

© La Nacion, 2/09/011
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En su artículo "Los últimos serán los primeros", publicado en esta misma página el viernes pasado, la escritora Ivonne Bordelois, cuya obra y carrera académica estimo, señala que el primer Premio Nacional de Poesía otorgado a Diana Bellessi constituye un "inmerecido agravio" al poeta Jorge Leónidas Escudero porque en el mismo concurso sólo obtuvo una mención. Como uno de los miembros del jurado, me hago cargo de la decisión, responsabilidad que al final de su nota la autora reclama.


Se presentaron 161 obras, de las cuales no menos de treinta eran notables, y muchas de ellas pertenecientes a autores insoslayables de la poesía argentina de varias generaciones. El reglamento permitía premiar sólo a seis libros, publicados entre 2007 y 2010. La elección, por eso, fue muy ardua y acaso ingrata. El criterio puede ser discutido, pero no sospechado de arbitrariedad. Se premiaba un libro y no una trayectoria: esa norma, igualmente discutible, formaba parte del reglamento previo que participantes y jurados aceptamos.


Así, entre los seis nominados, obtuvo el primer premio el libro de Diana Bellessi Tener lo que se tiene (2009, incluido entre las páginas 1.087 y 1.192 de la obra reunida bajo el mismo nombre, lo que pudo confundir) y obtuvo la primera mención el libro de Jorge Leónidas Escudero Aún ir a unir (2010). Los poemas que la Dra. Bordelois compara pertenecen a otros libros de esos autores: "Sudorosos en el porche", de Bellessi, se halla en su libro Mate cocido (2002), y "Ultima apuesta", de Escudero, está en su libro Senderear (2001). Es decir, no se encuentran en los libros premiados. La escueta comparación de Bordelois está lejos de definir las deslumbrantes obras respectivas de esos poetas. Asimismo, su artículo menoscaba el bien ganado prestigio de la poeta Diana Bellessi. El premio obtenido no "agravia" la extraordinaria trayectoria de un poeta como Escudero, a quien muchos lectores veneramos y al que la propia Bellessi considera uno de sus maestros. Escudero no recibió el Premio Nacional de Poesía entre los años 2000 y 2010 -la editorial Ediciones en Danza publicó ocho libros del poeta sanjuanino- por la sencilla razón de que la distinción dejó de ser otorgada durante esos años. Celebro que la Secretaría de Cultura de la Nación lo reinstaurara a partir de 2011. Me honró integrar un jurado que trabajó sin presión alguna, con total independencia de criterio, pluralismo y respetuosos disensos finalmente consensuados.


La argumentación sostenida por la Dra. Bordelois en su nota me parece insuficiente; su información, imprecisa, y su juicio crítico, limitado. Sí comparto su indeclinable admiración por la obra del gran poeta Jorge Leónidas Escudero, cuya lectura recomiendo enfáticamente a los lectores, como ella lo hizo. Pero también la de la gran poeta Diana Bellessi. Los libros premiados pueden hallarse en los gruesos volúmenes de la obra de Escudero (Poesía Completa, Buenos Aires, Ediciones en Danza, 2011) y de la poesía reunida de Bellessi (Tener lo que se tiene, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2009). La rica poesía argentina, de todos modos, no necesita de voluntariosos jurados ni de críticos súbitamente justicieros.
Por Jorge Monteleone
El autor, investigador del Conicet y escritor, fue jurado del Premio Nacional de Poesía 2011.
© La Nacion, 6/09/011
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Existe en la tradición anglosajona el Poeta Laureado. Se trata del oficialmente distinguido por el Estado y que de algún modo lo representa por cierto período. Exactamente por el período que dure la vida del poeta sobre la tierra. Con un regusto cortesano, en Inglaterra se espera del Poeta Laureado que componga piezas en honor a acontecimientos que honren a la Corona, y aun celebren cumpleaños y bautizos reales.


En "La muerte del canario del rey", un libro escrito en colaboración con J. Davenport, el poeta Dylan Thomas ridiculizó la institución creada por los Estuardo. La actual Poeta Laureada de Gran Bretaña es Carol Ann Duffy, no precisamente inclinada a gorjear cual canario, cabe decirlo.


Los Premios Nacionales argentinos, liberales como todos los de los países no monárquicos, tienen por fin el "estímulo" a autores de obras literarias y musicales, pero el Estado se engalana con la sola designación.


Su reciente entrega después de una inexplicada ruptura en su continuidad durante años (años en los que gobernó, en gran parte, el partido que gobierna actualmente), agitó los blogs de poesía, el género literario premiado esta vez.


Decepciona que un poeta considerado maestro, y redescubierto en las últimas décadas, como el sanjuanino Jorge Leónidas Escudero, haya recibido sólo una segunda mención. Y que apenas el tercero de los primeros premios haya sido para otro reconocido maestro, el santafesino Hugo Gola.


Los Premios Nacionales están destinados a los libros presentados a concurso por los autores en cada período, a través de jurados políticamente designados a dedo. De modo que no se juzga un cuerpo de obra sino libros eventuales, mejores o peores respecto de la media del autor.


Dado el carácter consagratorio que vox populi tienen los Premios, propongo una corrección del reglamento: que se premien obras enteras, y que las obras no deban ser presentadas por los autores, sino que el jurado trabaje cada vez sobre el conjunto de la obra de los autores vivos. Es decir, trabaje más.
Por Jorge Aulicino
© Diario Clarín, 8/09/011
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Pensando en voz alta

Poesía: Diana Bellessi (por Tener lo que se tiene), Arturo Carrera (por Las cuatro estaciones) y Hugo Gola Massola (por Retomas) obtuvieron el primer, segundo y tercer premio respectivamente. A Delfina Muschietti (por Amnesia), Jorge Leónidas Escudero (por Aún ir a unir) y Silvio Luis Mattoni (por El descuido) les entregaron menciones especiales.


Bellessi, literariamente, y políticamente, merecido, señaló que fue “un honor” estar en la terna junto a Gola y Carrera, dos poetas que admira; “Esta noche, como Riquelme, me siento feliz”, agregó en la entrega del Premio Nacional.


Ahora bien, ¿Carrera por encima de Hugo Gola?; ¿Muschietti por encima de Leónidas Escudero? ¿Quién lo dice? Daniel Freidemberg, Jorge Panesi, María del Carmen Colombo, Jorge Monteleone y Américo Cristófalo.
¿Gola y Escudero no van primeros porque ya están viejos?; ¿les queda poco para el disfrute?; ¿por eso Gola fue tercer Premio?, ¿por eso Escudero va segundo en Menciones?; ¿sus libros son "inferiores" a los de Carrera y Muschietti? I.G.

8 comentarios:

sibila dijo...

con excepción del primer premio... usted, como yo y tantos otros, habrá leído 'el mundo del revés', señora.
ni qué decir del isbn.
ni qué decir.

hugo luna dijo...

penoso. los concursos son eso y a la vista están... yo no sé que es mejor, pero por lejos me quedo con el poema de escudero por sobre el pajarito de la señora... y esto más allá de la argumentación que sigue de parte del jurado... q mundo por dios, q mundo el de la literatura...

Anónimo dijo...

Hola a todos.
No les parece que se pueden hacer, al menos,dos lecturas de las palabras de Monteleone que a continuación cito:

"Escudero no recibió el Premio Nacional de Poesía entre los años 2000 y 2010 -la editorial Ediciones en Danza publicó ocho libros del poeta sanjuanino- por la sencilla razón de que la distinción dejó de ser otorgada durante esos años."

En que quedamos entonces? Durante todos esos años (10!) lo mereció y resulta que, ahora que tienen la oportunidad, lo despachan con una simple mención?
Me parece que por aclarar,oscureció...

Saludos,

Gustavo Sánchez::..

Irene Gruss dijo...

Huggh, todos sabemos que Diana ha escrito poemas imborrables; creo que no vale, como dicen los chicos, así. Gracias, Irene

Irene Gruss dijo...

Gustavo, y ni siquiera la primera, no vaya a ser... Gracias, Irene

Anónimo dijo...

Eso mismo Irene,no vaya a ser...
Ahhh...igualmente,al que le gusten los podios,que se ponga a ver la Golden Ligue o los Juegos Olímpicos,no?
Por suerte,más allá de esta situación,la poesía sigue ahí,cada poeta y poetisa sigue ahí,esperando encontrarse a su debido momento con quien la necesite.
saludos,

Gustavo Sánchez::..

Anónimo dijo...

Golden LEAGUE, perdón!


G. Sánchez:...

gerardo gambolini dijo...

La lógica de los concursos (como la lógica del prestigio) puede responder a tantas causas que quizás no sea descabellado considerarla tanto un producto del mérito como del olvido y el capricho. Suponer que la literatura deba escapar a las leyes del espectáculo es soslayar la vanidad. O suponer que la literatura deba escapar a la vanidad es soslayar las leyes del espectáculo.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char