Dos poemas y un dibujo
de FEDERICO GARCÍA LORCA
(España, 1898-1936)
8. Nacimiento de Cristo
Un pastor pide teta por la nieve que ondula 
blancos perros tendidos entre linternas sordas. 
El Cristito de barro se ha partido los dedos 
en los tilos eternos de la madera rota. 
¡Ya vienen las hormigas y los pies ateridos! 
Dos hilillos de sangre quiebran el cielo duro. 
Los vientres del demonio resuenan por los valles 
golpes y resonancias de carne de molusco. 
Lobos y sapos cantan en las hogueras verdes 
coronadas por vivos hormigueros del alba. 
La luna tiene un sueño de grandes abanicos 
y el toro sueña un toro de agujeros y de agua. 
El niño llora y mira con un tres en la frente, 
San José ve en el heno tres espinas de bronce. 
Los pañales exhalan un rumor de desierto 
con cítaras sin cuerdas y degolladas voces. 
La nieve de Manhattan empuja los anuncios 
y lleva gracia pura por las falsas ojivas. 
Sacerdotes idiotas y querubes de pluma 
van detrás de Lutero por las altas esquinas.
***
Pequeño poema infinito
Para Luis Cardoza y Aragón
Equivocar el camino
es llegar a la nieve 
y llegar a la nieve 
es pacer durante veinte siglos las hierbas de los cementerios.
Equivocar el camino 
es llegar a la mujer, 
la mujer que no teme la luz,
la mujer que mata dos gallos en un segundo,
y luz que no teme a los gallos
y los gallos que no saben cantar sobre la nieve.
Pero si la nieve se equivoca de corazón 
puede llegar el viento Austro 
y como el aire no hace caso de los gemidos 
tendremos que pacer otra vez las hierbas de los cementerios.
Yo vi dos dolorosas espigas de cera
que enterraban un paisaje de volcanes 
y vi dos niños locos que empujaban llorando las pupilas de un asesino.
Pero el dos no ha sido nunca un número 
porque es una angustia y su sombra, 
porque es la guitarra donde el amor se desespera,
porque es la demostración de otro infinito que no es suyo
y es las murallas del muerto 
y el castigo de la nueva resurrección sin finales.
Los muertos odian el número dos, 
pero el número dos adormece a las mujeres
y como la mujer teme la luz 
la luz tiembla delante de los gallos
y los gallos sólo saben volar sobre la nieve 
tendremos que pacer sin descanso las hierbas de los cementerios.
Nueva York, 10 de enero de 1930
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo. 
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char

 
 
2 comentarios:
que bueno... siempre federico... un placer, Irene. saludos!!
Gracias, hugo. Salud, Irene
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