miércoles, 14 de marzo de 2012

Doblarse no sabía

Otro poema de GABRIELA MISTRAL
Seudónimo de Lucilia Godoy
(Vicuña, Chile, 1889-Nueva York, EE.UU., 1957)




La Otra

Una en mí maté
yo no la amaba

Era la flor llameando
del cactus de montaña;
era aridez y fuego:
nunca se refrescaba

Piedra y cielo tenía
a pies y a espaldas
y no bajaba nunca
a buscar "ojos de agua"

Donde hacía su siesta,
las yerbas se enroscaban
de aliento de su boca
y brasa de su cara.

En rápidas resinas
se endurecía su habla,
por no caer en linda
presa soltada

Doblarse no sabía
la planta de montaña,
y al costado de ella, yo me doblaba.

La dejé que muriese,
robándole mi entraña.
Se acabó como el águila
que no es alimentada.

Sosegó el aletazo,
se dobló lacia,
y me cayó a la mano
su pavesa acabada...

Por ella todavía
me gimen sus hermanas,
y las gredas de fuego
al pasar me desgarran.

Cruzando yo les digo:
Buscad por las quebradas
y haced con las arcillas
otra águila abrasada

Si no podéis entonces,
¡ay! olvidadla.
Yo la maté. ¡Vosotras
también matadla!

2 comentarios:

sibila dijo...

ni qué decir!

Irene Gruss dijo...

¡Ni qué embromar! Gracias; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char