Foto: tomada de estacionquilmes.blogspot.com |
(Santiago de Chile, Chile, 1967)
Dame tu sucio amor
Harta en la noche, cuando la locura me ha abandonado y recorro
los resquicios, desquiciada, acompañada por un viejo blues en la
emisora de jazz; los puntos idos de las medias, la falda deslizándose
doblemente en esa mano, mientras tiran conmigo como una callejera.
***
J unior se inventó el J. P. antes del Junior.
Lo sé porque dejo pasar unos meses y le vuelvo a preguntar y me dice que se llama Juan Pedro, otras, Josef Paul, o Jeremías Prudencio… J. P. dice cualquier cosa.
J. P. tiene piernas sólo hasta las rodillas. Luego lo sostienen unos maderos sin músculos, ni carnes. Ya casi no puede moverse. Por eso se pasa la mayor parte del día sentado contándonos historias, cosas que tal vez ocurrieron pero que la memoria siempre deforma.
Cuando nosotras no lo miramos, él saca unos bastones de debajo de la mesa que tiene a su lado, cubierta con un fino mantel que nuestra madre le bordó. Nosotras sabemos que cuando J. P. quiere levantarse debemos mirar al techo, o hacia el lado, lo suficiente como para dejarlo sacar sus bastones e incorporarse con la dignidad de no ser observado en su ruina ávida de equilibrio.
J. P. no pudo jamás sobreponerse a la desgracia de haber perdido sus piernas.
Él decía que las había olvidado en alguna parte. Que una mañana al levantarse, llegó hasta el baño, se cepilló los dientes y al mirarse la cara al espejo como todas las otras mañanas -esa bienvenida a la realidad de verse una arruga más, que constata la sobre vivencia de los días recientes y de esos ya tan alejados y poco probables-. Estaba meditando estas cuestiones matutinas cuando se dio cuenta que no tenía las piernas.
Así se pierden las cosas, nos dijo.
Un día, de pronto, ya no están.
***
El agua ha comenzado a entibiarse. La tubería del cielo ha estallado y resplandecen las gotas, cayendo directo contra estos ojos como una infinitud de lágrimas transparentes que se le habrán soltado a algún dios. Yo soy una baldosa blanca y negra y mi madre dice que dios no es uno. Por eso las lágrimas son tantas. Cuando la vida llora se dice lluvia./ Ya llega la noche. No hay estrellas. No.
***
Miramos las estrellas refulgir y apagarse y volver a refulgir, y
algo dentro se enciende y se apaga como si fuese besado fugaz por la
intermitente luz de un faro.
En mi rocoso corazón se golpean espumosos los recuerdos.
Todo huele a mar. Mi hermana y yo una ola.
Ni estos brazos, ni estas piernas logran concentrar un movimiento tan simple y monocorde. Por eso dejamos que el agua nos lleve. Flotamos la mayor parte del tiempo.
Nuestro cuerpo es como un corcho abandonado a los requerimientos sensibles de las aguas.
Nada tan desconocido, tampoco. La vida en tierra también me hacia flotar como una hoja abandonada a los requerimientos de la vida. Sólo que yo la hallo hermosa. Sé que ocurren cosas implacables. Pero la hallo hermosa.
Cuando le digo al viento que deje de soplar, el viento deja de soplar y el mar se aquieta. Entonces nos quedamos flotando a la deriva. Imaginando que somos la cabeza bicéfala del mar, cuyo cuerpo de agua infinita rebosa lejos de nuestros ojos.
Nada -dice mi hermana-
Y nado.
**
Cortesía de Ana Lafferranderie
2 comentarios:
me encantó --- bien chilena la chilena...
¡Sí!, ¡gracias!, Irene
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