viernes, 9 de marzo de 2012

Los trenes oscuros que cruzan infinitamente el mundo

MARÍA ROSA LOJO
(Buenos Aires, Argentina, 1954)

Estructura de las casas

Dentro de un dedal había un salón de costura donde la abuela bordaba rosas cuando era una niña obligada a quedarse del revés de la luz para no que no la distrajesen los ruidos del mundo.
Dentro de una foto del padre había un joven que regresaba a las montañas cruzando campos ardidos por la guerra, y había cuerpos acabados de fusilar pudriéndose en el fondo de las pupilas.
Detrás de un guante viejo había un hermano desaparecido, en un pastillero vacío acechaba la locura; sobre los platos cascados comía una familia sentada en torno de una mesa de roble; dentro de un cofre la madre guardaba cartas de pretendientes, y con las cartas esperanza y pobreza y plumas que avanzaban despacio sobre el papel rugoso de las vidas pasadas.
En tu historia había historias imposibles de limpiar y cuartos cerrados que no se abrirían nunca porque las estructuras de las casas son cajas chinas interminables y concéntricas y de la misma manera misteriosas.
***
Tan futuro

Has conocido la suma de los días, número sin sentido, insensible a las duras calidades del ser que juega y huye, o esforzado aminora la cerrada sequedad de aquellos corredores ministeriales y monásticos, de aquellos trenes con tanto destino árido. Alguien señala desde el puente superior, irrestañablemente verde, alguien descerraja las avaras cancelas que impone la pobreza del no mirar.
Tan futuro, tan húmedo y hacia los ríos: este ser descubierto en el redondo esplendor que fluye.
***
 La pared

Del otro lado de la pared cantan el amor y el odio de todos los siglos. Vínculos de almas ya muertas que se estrechan en las grandes casas vacías, a la sombra de los bosques eternos.
Podrías arrancarte la máscara que usas para dormir, cruzar del otro lado y escucharlos. Pero sigues escribiendo sobre la mesa de la fruta y el vino, sólo atenta al llamado de los trenes oscuros que cruzan infinitamente el mundo.
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Foto: tomada de msiprensa.blogspot.com

2 comentarios:

hugo luna dijo...

q bueno Irene. gracias... (hemos tenido el gusto de tenerla en alguno de los encuentros de escritores que se hicieron aquí, hace algunos años... tuve la dicha de realizarle un par de notas... un placer, realmente...

Irene Gruss dijo...

Gracias, don; Irene

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char