martes, 22 de mayo de 2012

La ropa se humedece en ese aire tan verde


Pintura de Wang Wei

WANG WEI
(Taiyuan, Shanxi, dinastía Tang, China, 699?-759)

Parque del ciervo
Traducción de Hugo Padeletti

La montaña
desierta. Nadie. Sólo ecos
lejanos
-parlamento
del viento en el follaje
profundo, donde irrumpe
la luz y se desliza sobre el fondo
de la sombra
tendida ya
sobre el verde-azul-negro
resplandor irisado
del musgo que, alumbrado,
palpita ya.
***
Una corriente verde
Traducción: Raúl Racedo
  
He navegado el Río de Flores Amarillas
llevado por la corriente verde del canal
que rodea la montaña  al girar  con sus diez mil curvas
en un viaje de al menos treinta millas...
Los rápidos cantan sobre un grupo de rocas
donde la luz crece poco entre los densos pinos
en la superficie de una bahía fluctuante con
nueces como cuernos
Y  profusas algas  a lo largo de las playas.
En lo profundo de mi corazón siempre fui puro
Como lo son estas límpidas aguas...
Oh permanecer en una extensa roca plana
Y arrojar la línea de pesca por siempre.
 ***
CASA DEL BOSQUECILLO DE BAMBÚ

Sentado solo en los oscuros bosques de bambúes
Toco mi laúd y canto y canto
Hondo en los bosques donde nadie sabe que estoy
Pero la clarísima luna viene y brilla sobre mí.
***
EL SENDERO DE LA MONTAÑA

Guijarros blancos en el lecho del río,
Hojas enrojeciendo en el frío otoñal-
Aún sin que haya una sola gota de lluvia en el sendero
De la montaña, la ropa se humedece en ese aire tan verde.
***

A medida que pasan los años mi espíritu se serena
liberado de las diez mil preocupaciones.

Me pregunto a mí mismo y ya sé la respuesta
¿hay algo mejor que el regreso al hogar?
El viento en el bosque de pinos agita mi túnica
y mi laúd se platea bajo la pálida luna.
¿Te interesa saber en qué consiste la buena fortuna?
En la orilla distante, un pescador sigue cantando.
**
Los tres últimos poemas no tienen datos de su traducción.

1 comentario:

Anónimo dijo...

fa, loco. qué hermosura.

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char