JORGE AULICINO
(Buenos Aires, Argentina, 1949)
LA MÍA
Todas las clases sociales tienen
su dulce manera de ser
Menos vos que me mirás a los ojos
***
SE ACABARON LOS BUENOS TRAPECISTAS
caer tal vez fue gracia
G. Ungaretti
Me acerqué al calor para enfriarme
al amor para partir
quería escapar
y pido perdón
respetuosamente
pido perdón y saludo con un infinito
silencio
con la gorra en la mano
sin lágrimas
sin ningún tipo de excusas
Quería escapar y para eso alquilé un barco
con todas las luces encendidas
pero fue inútil empuñar el timón
y gritar órdenes: el barco
tenía el casco comido por las algas
estaba desfondado.
Bueno, me quedé. Caros míos:
viajar por las metáforas
no es más que una prueba de destreza
tanto más aplaudible cuando se hace sin red.
El trapecista puede reventarse
contra el piso
y el público horrorizado
jamás olvidará la escena
Algunos dirán: murió en su ley
(cosa enteramente cierta)
Si el trapecista alcanza la vejez
a los cincuenta años posiblemente
se dedique a la bebida
y muera en una pieza
a la luz de fotos amarillas
en otoño o verano
(o en invierno o primavera)
y habrá muerto en su ley de todas formas
Al menos por una décima de segundo
de toda su vida
los buenos trapecistas se sintieron
reyes de este mundo "pero también del otro".
Pero se acabaron los buenos trapecistas
Quedan pocos maestros del trapecio:
la enorme mayoría trabaja con red.
La enorme mayoría logra pese a todo
piruetas fascinantes
que el público aplaude a rabiar
Ahora que bajé del barco
(con el trapecio nunca me metí)
yo también aplaudo los buenos espectáculos
Ahora que vuelvo (y no vencido
sino apenas un poco más cansado)
a calentarme las manos aquí abajo.
De Vuelo bajo, Ed. El Escarabajo de Oro, 1974
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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