(Ayacucho, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 1953-)
Poema para ser leído en voz alta por el Barbado
Alberto Muñoz
Olvida la piel
nacarada de las ninfas del bosque.
Olvida el cuero
moteado de los chanchos salvajes.
Que se pierdan
todos ellos en la espesura.
Tu piel es la de
los perramus percudidos que se cuelgan en las esquinas de adoquines mojados
Para espantar los
autos de la muerte que te rondan como escarabajos gigantes.
Olvida los
bosques, las montañas, los lagos.
Olvida los campos
sembrados y los mares azules.
Del mar océano
comprendes sólo la furia de Ahab
Y si acaso, a los
piratas.
Lo tuyo son las
ciudades.
Las ciudades de
los hombres
Donde eliges
siempre casas viejas
En las que tus
risotadas puedan venir rebotando
Por las
habitaciones.
Allí habitas.
Allí vuelves
Después de
pasearte por las calles como príncipe del exilio
Con magníficas
capas de sombra y sortilegio.
Olvida el aire
puro de las montañas, el leve rocío de las prímulas.
Tu aliento no es
de ajonjolí.
Llevas contigo un
aliento como de animal de pelo en las orejas
Y las mujeres que
te rozan sienten el asalto de una íntima conciencia de ser presas con sangre y
vísceras.
Olvida las
familias.
Olvida las
familias y las buenas conciencias.
Déjate cercar por
los niños que te reconocen como uno de ellos
Y olvida que
serán adultos.
Cuéntales
historias que los dejen
Con los ojos
abiertos para siempre.
Abre los ojos de
los demás
Que ese es tu
sino.
Porque tuyo es un
reino
Que todos
desconocen e intuyen
Sólo por las
riquezas que expandes
Cuando caminas.
Cuando caminas
Nada te es ajeno
Nada te arredra y
del vasto mundo
De todos los
sonidos del vasto mundo
Eliges
La palabra
Manjar.
***
El imperio
Yo he contemplado
desde una colina
la polvorienta
caída del Imperio Británico,
la última carga
de sus jinetes enhiestos
y sus taciturnos
servidores.
Me ha sido dado
ver, a edad temprana,
sus pompas y sus
glorias marchando hacia el ocaso
con un rumor de
mostachos y vajilla Reina Ana
y jardines
anegados con lluvia tropical.
.
Adiós juventud,
adiós Picadilly Circus
y Albert Hall, arrivederci. Los bárbaros gimen
“¡Mi coronel, mi
coronel Kurtz, el bien amado!”
y luego, en esa
noche, nos hemos golpeado las bocas
y gritado yeah yeah yeah
bailando rock & roll bajo la luna.
**
Los poemas pertenecen a El alma y otros lugares, Ediciones en danza, 2012)
Los poemas pertenecen a El alma y otros lugares, Ediciones en danza, 2012)
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