(Nagoaka, Japón, 1884-Islas Salomón, 1934)
Hagakure -El Libro del Samurai
(Fragmentos)
Hagakure significa "oculto bajo las hojas", es inspirado en el célebre código Bushido. Señala el camino del guerrero, cuyos preceptos filosóficos y ética trascendental presentan al Bushi. Bushido es vivir incluso cuando ya no se tienen deseos de vivir.
En el Koyogunkan, alguien dijo: "Cuando estoy frente al enemigo, siempre
tengo la impresión de que penetro en las tinieblas y a causa de esto he sido herido
gravemente... sin embargo, vos que habéis combatido con tantos hombres valientes
jamás habéis sido herido. ¿Cómo es posible esto?". El otro contestó: "Cuando me
enfrento con el enemigo, es desde luego como si penetrara en las tinieblas. Pero
enseguida tranquilizo mi mente, todo se vuelve como una noche iluminada por la pálida
Luna. Si ataco en este momento, sé que no seré alcanzado". Esta es la situación en el
momento de la verdad.
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Parece que cualesquiera que sean los dones personales, cualquiera que sea la
dificultad del problema, a una reflexión suficientemente larga y profunda. En tanto uno
funda su razonamiento sobre el "Yo", puede ser muy prudente y astuto pero no sabio.
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Existen límites a la sabiduría del ser humano, arbusto débil, sacudido por el
viento.
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Reprender y corregir a alguien por sus errores es importante. Este acto
esencialmente caritativo es la primera obligación del Samurai. Pero hay que esforzarse
en hacerlo de la manera conveniente. En efecto, es fácil encontrar cualidades y defectos
en la conducta del prójimo. También es igualmente fácil criticarlo. La mayoría de las
personas se imagina que es por gentileza que dicen a los otros lo que no desean oír y si
alguna vez sus críticas son mal acogidas, piensan que los otros son incurables. Tal
manera de pensar no es razonable. La misma da tan malos resultados como colocar a
alguien en una situación embarazosa o bien si alguien nos insultara. Esto no es muchas
veces más que una mala manera de sacar lo que nos pesa en el corazón.
La crítica sólo debe intervenir después de haber discernido si la persona la
aceptará o no, después que uno se ha hecho amigo de ella, de haber compartido sus
intereses y de haberse comportado de manera tal que nos concede su entera confianza
para que tenga fe en nuestras palabras. Luego interviene el tacto. Hay que sentir el buen
momento y la buena manera de ejercer su crítica -por carta o al regresar de una reunión
particularmente agradable-. Hay que empezar comentando sus propios fallos y luego
llevar a su interlocutor a comprender, sin pronunciar más palabras de las necesarias.
Hay que alabar sus méritos; esforzarse en darle ánimos, en preparar su humor;
volverlo tan receptivo a las observaciones del mismo modo que el hombre sediento lo es
al agua. Es entonces cuando hay que corregir sus errores. La crítica constructiva es
delicada.
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La pureza no se consigue sin esfuerzo.
El carácter chino gen puede leerse en japonés maboroshi y significa "ilusión".
En japonés, los magos indios se llaman Gen shu sushi o "ilusionistas".
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No hace aún cincuenta o sesenta años que los Samurais hacían sus abluciones
cada mañana, se afeitaban la cabeza y perfumaban el moño. Luego se cortaban las uñas
de las manos y de los pies, las limaban con piedra pómez y luego las pulían con hierba
Kogane. No mostraban jamás señal alguna de pereza en este asunto y se cuidaban con
atención. Después el Samurai verificaba su sable largo y su sable corto para comprobar
que el óxido no los deterioraba; les quitaba el polvo y los limpiaba para cuidar su brillo.
Tomar tal cuidado de su apariencia puede parecer una manifestación de fatuidad pero
esta costumbre no provenía de una inclinación para la elegancia o lo romancesco. Uno
puede ser llamado en cualquier momento a librar una dura batalla; si se muere habiendo
descuidado su pulcritud, se da muestra de una relajación general de las buenas
costumbres y uno se expone al desprecio y al descuido del adversario. Esta es la razón
por la cual los viejos y jóvenes Samurais han aportado siempre un gran cuidado en su
presentación. Un escrúpulo tal puede parecer una pérdida de tiempo y una ocupación
muy fútil, pero forma parte de la vida del Samurai. En realidad, ello precisa menos
esfuerzo y tiempo de lo que parece. Si quiere estar dispuesto a morir, un Samurai debe
considerarse ya muerto; si es diligente en su servicio y se perfecciona en las artes
militares, no se cubrirá jamás de vergüenza. Pero si se dedica a hacer egoístamente lo
que le plazca, en caso de crisis se deshonrará. Incluso, no será jamás consciente de su
deshonra. Si nada le importa, excepto el hecho de no estar en peligro y de sentirse feliz,
se descuidará de una manera completamente lamentable.
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Cuando me dirigí a Yasaburo para tomar ejemplo de su arte caligráfico, me dijo:
"Se debería escribir en caracteres suficientemente grandes como para que uno solo
cubriera toda la hoja, con suficiente vigor como para rasgarla. La habilidad en la
caligrafía depende del espíritu y de la energía con la que se ejecuta. El Samurai debe
obrar sin dudar, sin confesar el más mínimo cansancio ni el más mínimo desánimo hasta
concluir su tarea. Eso es todo". Y continuó escribiendo.
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Según el sabio confucionista Ittei Ishida, todo calígrafo, incluso mediocre, puede
aprender a escribir de una manera correcta si sigue cuidadosamente las líneas de un
cuaderno. Se puede decir la misma cosa al servicio de un Samurai. Si toma por modelo
un buen Samurai, el éxito es posible. Desgraciadamente, en el momento presente no hay
ningún Samurai que merezca realmente ser imitado, así que uno debe crearse
idealmente un modelo que imitar. El modo de crear tal modelo es imaginar cuál de los
que están en torno a nosotros sabe cómo conformarse al protocolo, a la rectitud y a las
conveniencias; cuál demuestra la mayor valentía; cuál es el más elocuente; cuál es aquél
cuyo comportamiento es el más irreprochable; cuál es el más íntegro; cuál tiene el
mayor espíritu de decisión en caso de crisis. A partir de todos estos elementos, es
necesario imaginar un ser reuniendo todas estas cualidades. La síntesis constituirá un
excelente modelo, digno de ser imitado. Es cierto que en todo arte es muy difícil
aprender los puntos fuertes del maestro, pero en cambio, sus puntos débiles son
imitados fácilmente.
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Cuando alguien nos cuente una historia o nos hable, uno ha de dar su opinión siempre que no esté de acuerdo con lo que se dice y escuchar al otro con la intención de señalar los fallos de la historia a fin de no dejar que abusen de nuestras debilidades.
Es deseable que el rasgo de la caligrafía sea prolijo y esmerado, pero si sólo tiene estas características parecerá una escritura rígida y sin gusto. Una escritura ha de tener, además, una silueta que se aleje de la norma.
Si piensas ver en el interior del corazón de alguien, sufre con él.**
Existe lo que se llama la actitud durante la tormenta. Cuando uno es sorprendido
por una repentina tormenta, se puede o bien correr lo más aprisa posible o bien
colocarse rápidamente bajo los aleros de las casas que bordean el camino. De todos
modos nos mojaremos. Si uno ya estuviera preparado mentalmente a la idea de estar
mojado, se estaría a fin de cuentas muy poco contrariado con la llegada de la lluvia. Se
puede aplicar este principio con provecho en todas las situaciones.
De Hagakure. Breviario del samurai. Yamamoto, Yosho, Editores: Barcelona, Obelisco, 1989
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