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JUAN MANUEL DÍAZ PAS
(Salta, Argentina, 1984)
contramano al sol
que al fin el este
boca en vos
me sacás
la cara
tarda
en arrancar
arranca
la tarde
naranja verde
un poco azul ahora
he venido
nido
en las entrañas
a fiebrarte.
***
Poema hallado en el suelo de un pasillo
del Hospital San Bernardo
Cuánto durar
sin saber cuándo
cansarse
y no. Se acaba.
Allí de nuevo vienen fiebres
a buscarme.
Me adelanto al dolor
y torno mi cabeza contra la pared. La cama
oscuramente.
Retiene el calor que no me queda.
Y es sin sabor la sed.
Espérame
el último beso,
la última ventana
no me dejes aún anochecer.
***
Constatación del hueco
Yo soy ninguno en el umbral
y comienza a caer lo que se parece tanto a mí.
Se derrama por la sed
y me atraviesa la garganta
con trépanos de hambre.
Más tarde me demanda la parte que le toca en la concreción del vacío.
Y van quedando astillas
para mí,
para la noche,
que refundan
fuego lejanías hueco.
Me quedo inalcanzable
mirándome caer.
¿No terminará la caída
que me acompaña
a todas partes,
volviéndome pesado
y más caída?
Voy final
me quedo oscuro,
no sé más nunca
cómo hacer de mí esto que habla.
***
LA GOTA
Cae justo donde lo que no se tiene.
quizás te ves en lo negro.
tu alma cumple su mayoría
y entrega el esqueleto
hecho un flan sin careta.
desavenido. tarde.
gastado el cuero por la lima.
a veces plantás un pie en el monte:
vertés la baba ida y vuelta
en un frágil vértice.
no hay mejor babel para esta confusión.
y también sucede cuando estás callado
y a solas con tu ojo:
la blancura, su divino párpado se abre
y come.
entonces
habrás de levitar en lo imposible,
guardar las nervaduras del árido fricar en bondi,
del ordinario turno comercial,
salvar la piel del reptílineo alcance de la ley,
del quieto venir del suelo.
la gota,
en su porfiar terrestre,
muere de un soplido.
***
El retrato en la pared
Yo soy ayer el muerto
que porque me vivieron unos ojos
que mientras me miraron unos ojos.
Lo que resta hasta el olvido
y sumarle razones de futuro.
Algún día yo haré lo mismo
que ellos los que tardan en decir su nombre
y tropezaré definitivo
y no he vuelto desde entonces.
Por ahora no he caído
aunque me voy volviendo tarde:
como si hubiese hallado un puerto,
yo que nunca he visto el mar,
permanezco anclado en algún lugar entre el reverso anverso el filo
de un papel pintado con colores que presumo ya inexistentes.
Quienes pasan y se detienen
en el pasillo a media luz
mirarán la pared cada vez menos.
Detrás de mí cada vez menos
habrá un agujero hecho con la uña,
la mancha de humedad vergonzante,
el comienzo de una lluvia nada excepcional,
la fotografía del habitante de la casa previa,
una ventana que pudo ser un bosque
la gota derramada por la hormiga
en la rosa la moneda que perdimos cuando éramos chicos
la herida que ya no nos duele pero había
sangrado tanto aquella vez y
hubo que asustarse
o de lo contrario también moriríamos
la duración de la noche y está cerrada,
o la descortés pared descascarada de a ratos.
Mirarán y no verán a nadie.
Con el tiempo comprobarán su costumbre
a la neblina,
pero si reconocen un rasgo,
por mínimo inútil fabulado,
querrán acariciar con los dedos
enternecidos a la mitad
de un fue devuelto momentáneamente hoy
(y por eso todo lo harán en pretérito
y con la voz bien baja de lo que no ha vuelto).
Sobrevivirán,
yo me haré un ausente
y seré pasado.
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