lunes, 24 de junio de 2013

Y somos tan domésticos, tan imperceptibles

FLORENCIA WALFISCH 
Tomada de www.conecultachiapas.gob.mx

(Buenos Aires, Argentina, 1970)

La travesía

Aunque es temprano
todavía se disfruta.
Cuando llegue el invierno
y la mañana sea un útero negro que cruzar
avanzaremos juntas
pondré abrigo en tus orejas
la ropa próxima al calor
y una bandera
una puntada en cada corte que señale
la textura de mis zonas huérfanas
hasta llegarnos íntegras
a tierra firme.
***
julio veintitrés

mirar:
desollar lo que horadó y volver roja la carne
por ardor incendiario
la suma imperceptible de lo que se pierde
traza un lecho seco
o un barranco a la medida en que precipitamos
quizás era cierto lo que escurría esa voz entre las piedras
ahora es el monte el que quiere recuperarnos
pero la escala del follaje nos reubica
y somos tan domésticos, tan imperceptibles
que la marea de nuestra furia se ve pequeña
una ilusión donde quisiéramos
volvernos salvajes
***

No es que vaya a cruzarme de brazos hasta morir
cada día me enciende una extraña alegría de estar viva

pero ahora que toco ese respirar sostenido
cada minuto de mí

es difícil volver a mirar
como si el tiempo fuese recto
o las cosas fueran objetos medibles

es necesario pensar cada parte nuestra
para ver con claridad
para abrir

con claridad

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char