martes, 13 de agosto de 2013

Con una brasa en cada mano

ELENA ANNIBALI 
Tomada de fueradelgarage.blogspot.com

(Oncativo, provincia de Córdoba, Argentina, 1978)

la creciente

esa noche llegó la creciente y trajo
muebles viejos, mugre
de los canales vecinos
botellas
víboras

se va a llevar todo, dijo
mi madre
y me imaginé los huesitos de enzo
flotando en la corriente, al lado
de los canteros de verdura
me imaginé su ropa última
roída por las polillas y la fiebre
sus uñas crecidas
las hebritas de pelo rubio
entre los alambres del portón

entonces me apuré a encender el sol
de noche en la cocina
a tapar la puerta con las bolsas de arena
esperando que la muerte no pasara
que siguiera el curso del agua
hacia el naciente
donde las tierras son bajas
y crece el aleppo
y la enredadera azul
***
4-

que fue un empujón del diablo
dijeron

que fue la roca
y el mar, de un azul abundoso

que una virgen castísima me confió
un secreto y una duda

con una brasa en cada mano
yo caí, fue
por mis razones

(de Cucrito-Antología de poetas argentinos, México, 2010; Quince-Antología de poetas mujeres de Córdoba, 2010)
***
lo mismo digo agua que palabra 

frente a la casa, antes que construyeran
los edificios ostentosos
las oficinas asépticas de la calle belgrano
los negocios de chucherías
hubo un baldío
y en el centro
un malacate

íbamos con mauro lesjtch
algunas siestas, a jugar
que éramos caballos ciegos
y dábamos vueltas alrededor
del pozo seco

mauro es un hombre ahora
ha hecho dinero, hijos,
sólo persisten en él
los ojos oscuros
con pestañas de muñeca
yo sigo atada
al hábito de esas tardes
caminando el círculo del pozo
jugando al animal ciego

ahora
la sed es real

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char