lunes, 5 de agosto de 2013

Siempre este vaciarse del instante

CLAUDIA SCHVARTZ 
Foto: Ricardo Marcenaro


(Buenos Aires, Argentina, 1952)

EL DÍA

Abrir en la carne profunda
no como el cirujano
sino como la mañana en la noche
el aire en el pensamiento
el espíritu en la carne
Ni ángeles ni dragones
O ángeles son dragones
persiguiéndose en espejos numéricos y absolutos
abstractos y masculinos
La figura, imagen que llevo en mí
y que sobre mi corazón guardo
representa muchas cosas
y todo es uno y es más
Sobre sí mismos, los círculos
confluyen fluyen y afluyen
el tiempo en mi cuerpo es libre
y esa amplitud semeja el hilo
con que la oruga labra su estación futura
 ***
Nordeste
                          Sopla el nordeste,
                          el más amado entre los vientos
                          para mí, porque espíritu fogoso 
                          y buen viaje promete al navegante
                                                                              Hölderlin

Viento nordeste entre los pinos canta
sobrias hazañas de sencillez silvestre
Besan los sauces el agua
la ceja de casuarinas se estremece
Yo quisiera la gracia
de ser en ésta y la otra orilla
simultánea, incorpórea, velocísima

Versos perdidos en el río
en cada brazada sumergidos
esplendor reflejo
y el beso de mi pie justo este día

Benigna vida hoy que está nordeste
y en mi alero una sombra prepondera
que parece asombrada de su luz

Floto fluvial me lleva el río
El álamo el muelle los juncales
me sumerjo y vuelvo
instrumento de música tan grave
el zozobrante placer de la confianza

Misterio ser doméstica del bosque
ser hoy dejándome esparcir
con mis semillas una
Granada toscamente pluma

La bordona del panal ordena
—radial salmodia de milicia campo traviesa el sol—
mientras la siesta orilla de su patio
no hace proyecto alguno ni hace nada
que el nordeste apaña una alegría
como de pan puesto a levar
y la luz dura

Dulce tarde compasiva
el desaliento hoy plegó sus alas
pronto será otra nueva misma noche
los pies agradecen el suave lodo del sendero
...si tuviera de pájaro matriz...
Sólo digo un corazón soberbio nada puede

Las sombras crecen. La noche cada cosa gesta
preguntas sin respuesta y a veces la certeza
en ancho mundo de luz y sombra lleno
que navego como antiguo marinero
conociendo sin ver los arrecifes
y el viento por la cresta de las olas
y la costa por el olor de la resina

Nordeste suave suave nordeste
helechos bisiestos replican en la niebla
y pronto la hora inmóvil el río duplicante
los lánguidos sauzales y el telón de los álamos
fugando

Bosque y río urdiendo este silencio
como si copa o cópula
un silencio que todo lo detiene
y en el centro y el borde
efímera de mí

En la inmóvil penumbra todavía
el chasquido burlón de un pez celebratorio
y esta alegría que se excede
recuerdo díscolo y romano –
despierta a un pájaro y conspira
con la lenta moriencia de la luz

Y de repente quién no sé qué hábito de nombres
o ímpetu me arrastra y me despeña
en inmóvil estrecho dardanado
donde metálicas vigías
otro navegante igual saber pero promiscuo –
con su canto la belleza feroz hiere mi flanco
hambre perfecta
muda veloz la noche lila nace
el gran teatro está por comenzar
y un vaivén de estrellas en el muelle
lengua que por sí canta la espera

El pez en vértigo azul un ave
el poema sin lengua
la suma de inminencias en la torre que cae
como un presentimiento
es gravedad el vaivén de las estrellas
el teatro de la noche y la sorpresa
quieto existir de la extranjera
que pronuncia un paisaje en movimiento

El cielo se desliza
Siempre este vaciarse del instante
Siempre soñar: la forma árbol y generaciones de árboles distintos
Otra vez singulares maneras del instante
El cielo se desliza. No sabe que es invierno
Y la que escribe es otra, la que observa del árbol la plegaria
y en la tierra en suspenso, un tiempo que genera.
                                                       
De “Ávido don”
***
Moreno

Campo traviesa el sol... el sol
La boca llena de aire el paladar ardido
de un frío que ningún otro
el aliento algodón
y el sol en golpes secos
la respiración
corriendo
el aire en los pulmones
un dolor vindicante y el sol
ojos cerca cada brizna
curva cascote cada piedra
tierra en terrón y minuciosa hormiga
la malla del pullover superpuesto
bendita protección
las manos tan rojas tumecidas golpeando
doliendo hasta el huesito
y excitación la escarcha
derritiéndose
sobre la tierra un hilo el humo
exhalación el espesor
el sol el sol campo traviesa
y desde las casas el cierto perfume de la sopa
invitación que se rehúsa porque saltar saltar
la risa el pis incontenible y el pasto alto
a la altura de los ojos una selva
impenetrable no espaciada dorada
corriendo perdiendo la carrera
tropezando
sin propósito los gritos
imperdonable llegar última
la sopa el mantel de hule
el arroz de oro el caldo espeso
y el olor la manteca el fuego en la cocina
ese frío ardiente
afuera (humo acre de verde rama verde)
desmayado
vibrante el cuerpo fuera de sí
corriendo todavía campo traviesa
mientras la sordina de la radio
al través de los vidrios
salmodia de milicia y el golpe de las manos
a medio cerrar
cosquilleante
y después la ronda
mutuo frotarse
golpecitos de calor
y el ah de revivir en la sopa caliente
mordiendo el pan la consistencia
crocar, la sal,
en la carrera y al fondo la entrada en los ligustros
el zarcillo de frutas naranjadas
oler en las manos grataegus
y el color de la fruta aplastada entre las yemas
que sólo oler porque envenena
y la pared al sol contra la espalda
así los párpados pesados el oído distante
del campo y el sol traviesa el sonido
menguante a medias
con su solemne estruendo un himno ajeno
y luminosa baba que un caracol traza en la cal del mojón...
La tarde
todo el peso su luz
para mirar mejor
en este sitio, sigilando al sol
el enigmático vivir...

De “Ávido don”
***

Nací roca
de índole solitaria
y ávida de ser cobijo
Prospera,
pequeño liquen amigo
tu osadía es cortejo
que engalana de gris mi gris
también un clavel del aire
en un resquicio se enclava
En mi ardua, lenta comarca
florece
ardiente fucsia entre espinas de místico contagio
el cactus

De “Ávido don”
***

ME VEÍA tan pequeñísima mujer, soberbia, pero... Vendía ideas minúsculas, miguitas para engañar caminos que se perdían pocos pasos más allá, en la perplejidad de una nueva encrucijada.
Inscripciones en el margen, huellas levísimas, rastros sobre el humo. Luego, un ojo del mirar. Otro del ver.
Las palabras rehuían, absortas en sí mismas, crepusculares, temblorosas de quedar fijas en una memoria que no pudiera amarlas. Motivo de risa, un sarcasmo cuya hipótesis misma fulminaba el intento.
                   
                                                   
Penélope y Sherezada, la noche en ambas.

                                                    (…)

IMPERCEPTIBLES rodillas, labio a labio. Y el temblor que la estremece, no sabe si es el frío o el relumbre extraordinario del deseo.
Muerde ligeramente su lengua, su mejilla. Heridas pequeñas, crudas.
En esa superficie encallecida, existe. En sus manos, que el constante devanar lacera. Penélope se burla de la heroica obligación de vivir, callando. Un fantasma de tiempo indefinido, simulando vivir, ya exhausta. ¿Qué espera? Ella también ha quemado, ingenuamente, cartas de amor en el eterno fuego. Si resiste, es porque todavía no se ha resignado. Es potencialmente peligrosa, esa mujer tan casta. Ha dejado de pensar y ciegamente recuerda.

                                                   
PALABRAS discernidas, ligerísimas, suspensas, gravitan de deseo.
La necesidad se ha abierto rumbo. Ahora me siento indivisa, respiro profundamente, avanzo. No hay efecto ni puestas en escena.
La claridad es evanescente e imperfecta pero algunas horas de algunos días, el horizonte aparece como un arco sutil y tenso, separando cielo y mar. Tiemblo entonces porque las líneas redondas me conmueven.
Cuanto más amo menos necesito y cuanto menos necesito, más capacidad de sentir y dar amor pruebo.
Puedo ahora nadar en esa agua nacarada y profunda cuya luz es refleja, sin mantener fijo el rumbo, completamente confiada o aprendiendo a estarlo.
Puedo lanzarme a la delicia del meandro sin temer la dilación que no es la pérdida. La soledad no me espanta porque soy yo quien va a la busca, sorteando el continente, y contenida me sumerjo en búsquedas vivaces, ricas y alegres en sí mismas, aunque nada entre las manos traiga, a la hora de la vuelta.
                                     
(de El hilo de la voz -Penélope y Sherezada-, “La vida misma”)
***

Esta fugacidad me vertebra. ¿De qué estoy hecha? ¿Acaso voy a volverme progresivamente él hasta desaparecer? Sin embargo ahora tengo mayor conciencia de mí. Una fuerza me recorre y entonces me reconozco en la resistencia involuntaria, la breve fricción me acentúa, antigua expresión de mí. Cedo. En ese movimiento se funda la tercera figura que soy en él. Algo de teatro de sombras, algo de aleteo. Sin ser él, ya no soy yo. Es goce. Y en este arco se tensa mi nueva existencia, invisible, y atenta. Flecha y arco. Certitud del blanco que el amor ensancha. Superficie y cántaro, intimidad de los bordes.
   
(de Asimismo, “La vida misma”)
Tomados de Poetas Argentinas (1940-1960), Ed. Del Dock, 2006.
***
ÚLTIMO ESPLENDOR

                                                           Para Blanca Elena Pantin

Tiembla en la rosa el viento                                   tiembla----

-sutil la estremece una brisa-                                -mínimo aliento la estremece-

Y resiste la rosa, cardinal                                      y resiste cardinal la rosa

Acaso burlón desafío
-la memoria impregnada de promesas-
y el alma al cuerpo
            enamorada?
-dulces rosas trepadoras
cuyo perfume     tan tenue
                         enloquece?

¡nos fuimos haciendo y deshaciendo, rosa!

si mi silencio
una pena enturbia
         -gris el grito –
huella sobre los pétalos desleo

insiste la rosa
en su temblor
como la copa
piensa lo lleno y lo vacío

no en toda rosa sólo el silencio canta

¿... duele también la rosa?

Cuando no discierno
de mis límites
la forma
la rosa
parece inaccesible

¿No es mi sueño
humo de tu fogata
que el aire trae?

¿ya quién dijo el asedio de la rosa?

la paz exige límites
cuando no son naturales las fronteras

... duele la rosa                                Rayo,
                                                        la rosa repentina
que la memoria                               que la memoria despeja
repentina despoja

Combate de amor
me puso en yerro
mas la pena de la rosa
no conjugo

plural, la rosa indivisa

Violenta belleza me fascina
y a pesar de que sé
“mañana es de otra rosa”
lo plural no es unísono

-recuerdos que anuncian el futuro-

como si antigua sed
me condenara                                                      
a no encontrar fuente más clara
que el reverbero de una rosa

... dulce, la despejada

...si el riesgo por su rosa
el perfume asume...

Ya sé me ronda tu noche
y espía tu pensamiento
la rosa de la memoria
sigue su curso al olvido

espléndida Rosa
besa por última vez
los labios

mas no vuelven los pasos

días de aprender la ausencia
irreversible sed, la huella

me detuvo
su última luz
fulgor
del porque sí belleza

imposible retenerte, rosa súbita

sed
la huella ¿dije?

¡rosa... Rosita!
ascua
antigua visión
el muro evoca

(1998-2002)
De Eólicas Leviatán. Buenos Aires, 2011

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char