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(Inglaterra, 1926)
Fragmentos del capítulo “Quehaceres domésticos” del libro Cada vez que decimos adiós
“La tela de Estocolmo me hizo darme cuenta de algo que se aplica, creo, a cualquier obra de arte que tiene la virtud de conmovernos. En principio…la pintura debe convencernos de lo que está allí, de la realidad de lo que describe. En el caso de Zurbarán, del manto clavado en la pared. Toda pintura ofrece en principio esa certeza. Luego suscita una duda.”
“Las imágenes pintadas se sostienen siempre en un espacio quebrado.”
“Se trata de una cuestión material y simbólica a la vez, porque toda imagen pintada es a su vez la ausencia de la cosa real. Toda pintura habla de la presencia de una ausencia. Es por eso que el hombre pinta. La ruptura del espacio pictórico habla del deseo del arte.”
“Pasemos a La Casa Sagrada de Nazaret. A la derecha, María imagina el futuro; tiene un dedal en el dedo medio de la mano derecha y una lágrima junto a la nariz. A la izquierda, su hijo Jesús se ha pinchado un dedo confeccionando una corona de espinas. Entre ambos, una mesa de cocina.”
“La magia comienza, tal como he dicho, con una duda a continuación de una certeza. Comienza con una ruptura espacial, una discontinuidad. El primer plano del piso es continuo en toda la tela. La bisagra que articula la discontinuidad es la pata de la mesa más próxima.”
“Los dos espacios diferentes corresponden a tiempos diferentes: a la derecha, el día cotidiano, la noche cotidiana: a la izquierda, el tiempo de la profecía, el tiempo horadado, como el dedo del niño, pinchado por la espina.”
“Llegamos aquí a la discontinuidad espacial psíquica, al salto narrativo que, en el contexto, potencia la extraordinaria carga de la pintura. Es la visión del niño lo que hace que la madre esté tan pensativa. Esa visión le recuerda el futuro. Prevé su futuro. Y, sin embargo, ella no lo mira. En términos espaciales, ella no mira en dirección al niño. Somos nosotros quienes vemos ambos espacios. Ella, aunque confinada a un solo espacio, sabe.”
“No son los santos ni los mártires ni los ángeles de Zurbarán los que representan lo sagrado para el espectador, sino la intensidad de su mirada ante lo que ha sucedido contra el fondo oscuro y su conocimiento de que el espacio humano está siempre partido y es de naturaleza doble.”
Ediciones de la Flor, 2008. Traducción Graciela Speranza
Cortesía de Silvina López Medin.
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