viernes, 27 de diciembre de 2013

No sólo la esperanza, el deseo está apagado

GIACOMO LEOPARDI

(Italia, 1798-1837)

Dos versiones
A sí mismo   Canto XXVIII

Reposarás por siempre,
cansado corazón! Murió el engaño
que eterno imaginé. Murió. Y advierto
que en mí, de lisonjeras ilusiones
con la esperanza, aun el anhelo ha muerto.
Para siempre reposa;
basta de palpitar. No existe cosa
digna de tus latidos; ni la tierra
un suspiro merece: afán y tedio
es la vida, no más, y fango el mundo.
Cálmate, y desespera
la última vez: a nuestra raza el Hado
sólo otorgó el morir. Por tanto, altivo,
desdeña tu existencia y la Natura
y la potencia dura
que con oculto modo
sobre la ruina universal impera,
y la infinita vanidad del todo.

Versión de Antonio Gómez Restrepo

***

Te posarás para siempre,
corazón cansado. Murió el engaño extremo
por el que eterno me creí. Murió. Bien siento,
en nuestros queridos engaños,
no solo la esperanza, el deseo está apagado.
Pósate para siempre. De sobra
palpitaste. No valen cosa alguna
tus movimientos, ni de suspiros es digna
la tierra. Amargura y tedio
la vida, no más que eso; y el mundo es fango.
Aquiétate ya. Desespera
por última vez. A nuestro género el hado
no dio más que el morir. Te desprecia ahora,
la natura, el maligno
poder que, oculto, sobre el daño general impera,
y la infinita vanidad del todo.

Versión: Jorge Aulicino 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char