domingo, 26 de enero de 2014

La brutalidad de la luz de frente

JUANA BIGNOZZI

(Buenos Aires, Argentina, 1937)

Renoir 

Color dominante
y punto áureo
están muy disimulados
merenderos de la costa el río en los domingos
cada siglo tiene sus barqueros
y sus muchachas de modales excedidos
ya no hay pintores del rumor de mi clase
***
Caballería roja
Malevich

I
No pinta el cielo sino
de la tierra el alma rosa
no pinta hombres sino caballos
y el sueño del corazón hacia su frontera

II
Sobre cada utopía en retirada
el cielo se abre
para mostrarla a contraluz
***
Olimpia
Manet

Me han dicho que soy lo único que una mujer de izquierda
llevaría a una isla desierta más un poco de música
là ci darem la mano del perverso y triste del amor
no espero a un teórico de la literatura
ni a un militante de izquierda
atrapada por una historia que sólo la deja afuera
sólo vendrá un señor
con queso roquefort borgoña y alguna chercuterie
me han dicho que hay alguien duro y áspero
que no sale después de las 8 de la noche
y los que fueron jóvenes excedidos
escriben cartas burocráticas desde Texas
no me visitan los atrapados entre el minimalismo y la narratividad
pero mi suave mano en el muslo las flores que llegan y ni miro
este tributo a la moda española en el mantón
y la desvergüenza de mi color plano
que por primera vez mira a quien lo mira
muñeca de cartón me llamó el lúcido Courbet
pero era un hombre de la injusticia y la Comuna
que en este cartón no puede entrar
yo fui como muñeca en mi belleza muerta en la pose
pero Manet me hizo mirar por primera vez
a quien no acostumbraba tener respuesta en la posesión
ese señor de familia ordenada no esperaba que yo lo mirara
sin sombras sin tenues claroscuros
la brutalidad de la luz de frente
marcaba el final de su impunidad
muchachas lúcida cultas y agotadas que vendrán detrás de mí
miren miren siempre a la cara de los que les rinden homenaje
cuando este brazo acartonado y plano empezó a levantarse
para horror de los señores y espanto de la pintura oficial
empezaba a quebrarse la discreción que amparaba a una clase
mi cara fue más importante que las flores o las chinelas.


De Quién hubiera sido pintada, Editorial Siesta, 2001.






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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char