viernes, 28 de marzo de 2014

En este jardín me estuve por años

SILVINA MERCADAL

(Córdoba, Argentina, 1971)

19
Si sabe cazar, tal vez pueda seguir el rastro
y llegar a mi refugio.
No sé si voy a soportar la espera
pero la espera... ¡Cómo tienta!
Tan feliz desliz, roza como pocas veces rozaron.
Ya casi llega, su respiración en el umbral se demora
y desova un liquen deseoso.
Viene con licores, habla y pregunta, y yo envejezco por años.
Casi sin darme cuenta, le cuento...
En este jardín me estuve por años
y la flor que fui durmió
hasta tu visita...
Yo quiero tu boca.
Y que haga añicos la celdita candorosa.
***
17
La soledad fue para mí un hipnótico demasiado severo.
Hasta que apareció él. Las nupcias deliciosas que tuvimos
no fueron unas, tampoco únicas.
Cada noche, y también durante la siesta
hacía su propagación. El libertino visitante llegaba
se arrimaba con la luz, de lumbre hacía vislumbre.
Hay un olor nupcial en los corredores,
en la cocina y en el patio. Y el polvo del velo que arrancó
hasta la próxima primavera. ¿Será? ¿Se irá...?.

de Nupciario (Editorial La Creciente, 2007)
***
II
Con dedos grises mi cabeza separa
le lleva algo de tiempo pero no parece
sumerge la nariz en mi pelo y descubro
brillante y tenso arnés.

Es toda una nena ilusionada
desea hacer trabajos para mí.
***

A ella los sueños traen
ardida melena de medusa
y es ella espiral incesante
caracoles en el sueño
en cristaleras
la ascienden.

Sólo en sueños así vista.
Acaso del día es médium
de partes de mí. Ya no
me encuentra sino
en superficie sumergida.

Agua electrizada
toda vigilia cuando
a espejos oscuros atrae.

de Acuario de la morsa (Caballo Negro Editora, 2009).
***
Fragmento de una entrevista de LAVOZ.com.ar

—No se te ve muy seguido en el ambiente literario local, ¿un escritor debe dedicarse solamente a construir su obra? ¿Creés en las presentaciones de libros?
—El escritor no hace “obra”. Es una idea institucional de la escritura que sólo aspira a lo trascendente, y toda aspiración de trascendencia resulta opresiva, porque olvida que es la vida: pura inmanencia, lo que en verdad importa. Mallarmé decía algo interesante al respecto: “la obra es la máscara mortuoria de su concepción”. Es lo acabado, lo que se muestra cerrado e impenetrable, en cambio el momento de la creación es lo contrario, pura deriva, lo inacabado, y la pulsión de la forma que quizás motiva todo proceso creativo. Si “no se me ve en el ambiente literario local”, no es porque esté dedicada a construir “obra”, es simplemente porque algo de vida, con sus avatares, me coloca en otro lugar. Por último, las presentaciones de libros son sólo un acto social, e inaugural, en el que todos aceptamos de manera tácita la necesidad de socializar nuestro trabajo, un momento de economía política de la poesía: su puesta en circulación, que bien podría tener un carácter festivo, derroche de la palabra que no se subordina al mercado. Pero nada de eso sucede, o sucede de manera muy esporádica, cuando una lectura o presentación nos conmueve, y logra movilizar o trastocar nuestros sentidos.

—Recientemente salió publicado un libro en el que decís: “la poesía no es una carrera, no es una velocidad, es una quietud a conquistar”; ¿cuál es tu manera de calmar esas aguas?
—Sí, te referís a la encuesta de “Tinta de poetas”. Si digo que la poesía no es una carrera, o una velocidad, es porque la pienso de manera insistente como “más vida”, que alienada aspiración de trascendencia. En la idea de “carrera” además está implícito el pensarse como un profesional de la escritura. Y no tengo una carrera con la poesía, y sus escalafones dependientes del reconocimiento, el hechizo social de los capitales. En mi caso, la vida profesional pasa por otro lado, por las actividades más vinculadas de manera directa con la obtención de un salario.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char