lunes, 7 de julio de 2014

Aquella mujer pálida dormida sobre su cartera

SUSANA CABUCHI
Tomada de www.el-libro.org.ar
(Jesús María, Córdoba, 
Argentina, 1948)

Jean-Arthur Rimbaud

Oh, Dios, Oh, Venus, Oh, Mercurio, protector de los 
[ladrones.
Concededme una pequeña cigarrería 
o dadme un oficio cualquiera
Que no sea este maldito oficio de escribir
en que hay que exprimirse el cerebro.
Ezra Pound


Un hombre inválido
regresa de Abisinia.
Recuenta con sus dedos
las dos o tres verdades.
Anticipa
los sueños de Pound:
desea
una tabaquería,
un ritmo roto
que parta entre piedras
su cabeza ardiente.

Tampoco habrá descanso.
Por las mañanas
su agonía
abrirá
los mostradores de tabaco
y cerrará en las noches
con candados brutales.
**
VIERNES
I

A fines del verano
crece marzo.
Los empleados municipales
construyen a Momo
de paja seca
enlazada con mimbres
y lo tensan en cruz.
Sobre una rueda
girará para su muerte
en la estación de trenes.
¿Qué hará Momo por nosotros,
qué obtendremos al castigarlo?
No otorgará salud.
No prometerá el agua.
No cubrirá nuestros campos
de trigo.
Pero lo han decidido
hace mucho.
Y asistimos.
 **
MOMENTO

No he olvidado
el olor
de los comedores baratos
ni aquella mujer pálida
dormida sobre su cartera.
Sin embargo
                      parece
como si todo
estuviera bien
ahora,
porque una sola rosa
da perfume a la pieza
y están
las manos del amado
sobre mis rodillas.

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char