(Francia, 1842-1898)
Brisa marina
¡La carne es triste, ay! y ya agoté todos los libros.
¡Huir, huir allá! Siento a las aves ebrias
De estar entre la ignota espuma y los cielos.
Nada, ni los viejos jardines que los ojos reflejan
Retendrá el corazón que hoy en el mar se anega,
Oh noches, ni la desierta claridad de mi lámpara
Sobre el papel vacío que su blancura veda
Y ni la joven madre que a su niño amamanta.
Partiré ¡Steamer que balanceas tu arboladura,
Leva ya el ancla para la exótica aventura!
Un Tedio, desolado por crueles esperanzas
Cree aún en el supremo adiós de los pañuelos,
Aunque, tal vez, los mástiles que invitan huracanes
Son aquellos que el viento doblega en los naufragios
Perdidos, sin mástiles, sin mástiles ni fértiles islotes…
¡Mas, oh corazón mío, escucha la canción de los marinos!
Trad.: Salvador Elizondo
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Toda el alma resumida...
Toda el alma resumida
cuando lenta la consumo
entre cada rueda de humo
en otra rueda abolida.
El cigarro dice luego
por poco que arda a conciencia:
la ceniza es decadencia del claro beso de fuego.
Tal el coro de leyendas hasta tu labio aletea.
Si has de empezar suelta en prendas lo vil por real que sea.
Lo muy preciso tritura tu vaga literatura.
Versión de Alfonso Reyes
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Cansado del amargo reposo...
Cansado del amargo reposo donde ofende
mi pereza una gloria por la que huí antaño
de la infancia adorable de los bosques de rosas
bajo azul natural, cansado siete veces
del exigente pacto de cavar por velada
nueva fosa en la tierra frígida y avarienta
de mi propio cerebro,
de la esterilidad cruel sepulturero.
-¿Qué decirle a esta Aurora, oh Sueños, visitado
por las rosas, con miedo de las lívidas, cuando
junte el extenso osario los vacuos agujeros?
Renunciar quiero al Arte voraz de un cruel país
y sonriente para los caducos reproches
que me hacen mis amigos, el pasado y el genio, y
mi lámpara que conoce mi agonía,
imitar al sutil chino de fino y límpido
corazón cuyo albo éxtasis está en pintar el fin,
sobre tazas de nieve de una arrobada luna,
de una flor peregrina que perfuma su vida
transparente, la flor que sintió cuando niño a
la azul filigrana del alma injertándosele. Para
la muerte como solo sueño del sabio,
sereno, escogeré un juvenil paisaje
que he de pintar aún, distraído, en las tazas.
Un pálido y delgado trazo de azul sería
un lago, entre el cielo de nuda porcelana,
nítida media luna perdida en blanca nube
baña su quieto cuerno en las heladas aguas
no lejos de tres juncos, pestañas de esmeralda.
Versión de Javier Sologuren
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LA TUMBA DE EDGAR POE
Como la eternidad lo transforma en Sí mismo
El poeta se yergue con la desnuda espada
Sobre un siglo aterrado por el que fue ignorada
La muerte que triunfaba en esa voz de abismo.
Vil sobresalto de hidra que al ángel oyó dar
Al habla de la tribu un sentido más puro,
En voz alta anunciaron el bebido conjuro
De una negra mixtura en un innoble mar.
La tierra sea hostil, la nube nos repruebe,
Si no esculpe con ellos nuestra idea un relieve
Que la tumba de Poe de su belleza invista.
Mole calma caída de un cataclismo oscuro,
Que este granito muestre para siempre su arista
A los vuelos de la Blasfemia en el futuro.
Trad.: s/d
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