(Necochea, Prov. de Buenos Aires, Argentina, 1969)
¿Es una obviedad,
un lugar común pensar
una y otra vez que los árboles
“murmuran” un idioma trabado
por el viento?
Las casuarinas
inventan sobre el mediodía
un silbido de notas afinadas;
sobre la tarde austera de sol,
vuelve su augusta melodía,
y descubro que los árboles de esta vera
no “murmuran”, sino “cantan”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario