CLAUDIA PRADO
(Puerto Madryn, Chubut, Argentina, 1972; actualmente reside en Estados Unidos)
1954–esposos
Te seguí una mañana
hasta el final del camino
y juntos
miramos el mar, el cielo
y las hojas
carnosas y brillantes
que había dejado la lluvia.
– ¡Qué día
para olvidar el trabajo
y disfrutar del paisaje!
– No sé – dijiste y vi
que la mañana
de verdad era fría
y no había qué hacer
en la playa desierta.
**
José
Viajamos sobre el tanque
de un camión cisterna
con una mano
aferrados para no caer
y en la otra cada uno
un cigarrillo que vos
sostenés entre el pulgar
y el índice. Mirás
con curiosidad y decís
mentiras bonitas
veloces “¿cómo pasa
un avestruz el alambrado?
como una señora, primero
un pie después el otro”.
Te escucho y noto
mi manera de fumar
sobre un camión
cisterna ante una mesa
el cigarrillo siempre
entre el mayor y el índice.
Al lado tuyo
parezco perdida, decís
“hoy sábado”, ese día
sin sentido en el campo
imagino qué cosas
te estarás perdiendo
y por contraste
recuerdo “ser nostálgico
significa no saber
a dónde querría ir uno”.
**
Sierra Grande
Camiones
que llevan carga pesada
parten en dos el pueblo.
No hay ni una sombra
en verano
y se cena a la luz del farol,
una luz corta
que ciega la mitad de la cara
y lo demás queda a oscuras.
Se fue viniendo
todo el pueblo a la ruta.
Tantos que no se distinguen
lugareños de extraños.
También
nos trajimos el nombre.
El cementerio y las casas
que dejamos allá
ahora son Sierra Vieja.
Para ller más de la autora, aquí
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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