MÓNICA SIFRIM
(Buenos Aires, Argentina, 1958)
STURM UND DRANG
luego un rayo quema ese castaño
bajo cuyas
ramas retorcidas
me contaba
que el amor por mí lo hacía arder
¿arder?
un mal rayo lo parta
al castaño, al amor, a mí que recibía
sus palabras
con la punta del dedo
como pedacitos
de diamante
el rayo exagerado
que más quema
no sin antes
alumbrar lo amarillo
escaso
con su caja
de cerillas góticas
nos juramos amor hasta la muerte a la sombra del árbol
(dos minutos después caía el rayo)
nos mató en buena ley:
nunca se jura amor hasta la muerte
y menos en mitad de una tormenta
mucho menos aún
a la intemperie
bajo un árbol de ramas
retorcidas
esa noche
todo presagiaba
tempestad
pero nosotros dos
siempre habíamos sido
almas
atormentadas.
Sturm und drang.
***
34
El chas-chas fue un aviso: no perturbar la siesta del patriarca.
(Afuera ardilla, abejorros...) Supe: hay un bien y hay un mal
y hay un no sé qué cosa viboreando entre las dos veredas.
¡Qué palmatoria más tonificante! Roja quedé. Más adecuada
para el velo nupcial.
***
XXXI
No señor. En mis antepasados no hay diabéticos, hipertensos,
cardíacos ¿Cómo explicarle? De cada diez antepasados míos,
uno moría en las revoluciones, otro en las cámaras de gas
y cuatro o cinco de melancolía.
Ya sé que no se heredan tales males. La mandrágora deja
ese letargo de naranjas agrias. Luego talco, y a mover los
genes fresquecitos.
Pero cuando llegan oleajes de dolor oleajes de dolor oleajes
se descubre un vago parecido: ¡Mire qué bonita!
Mete el brazo en el horno como lo hacía su tatarabuela.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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