viernes, 6 de enero de 2017

Los días y las noches brillantes son irrespirables en su apuro

Lisel Mueller
(Hamburgo, Alemania, nacionalizada estadounidense, 1924)

                                                                          ***
Dando nombre a los animales


Hasta que él llamó al caballo
                                         caballo,
no dejaron los cascos huella sobre la tierra,
no fueron inventadas las crines,
la velocidad y la gracia no se hermanaron.

Hasta que él llamó a la vaca
                                            vaca,
nadie dormía de pie,
nadie veía a través de ojos opacos,
la comida se masticaba sólo una vez.

Sólo cuando él llamó al pez
                                             pez,
puso la luz sobre las pieles
aceite de amarillo y plata,
revelándose a sí misma como bailarina
y campeona del mundo en salto de altura,

así como por último
hubo de llamar a la mujer
                                     amor
antes de que pudiera él mostrarle al conocimiento
quién era ella, la de pequeñas manos.

Versión de Antonio Mengs
**
La risa de las mujeres

La risa de las mujeres incendia
los Salones de la Injusticia
y las falsas evidencias arden
en un hermoso resplandor blanco

Sacude las Cámaras del Congreso
y abre las ventanas de par en par
para que los discursos fatuos se vayan volando

La risa de las mujeres desempaña
los anteojos de los viejos;
les contagia una gripe feliz
y ellos se ríen como si fuesen jóvenes otra vez

Los prisioneros en sus mazmorras
imaginan que ven la luz del día
cuando recuerdan la risa de las mujeres

Ella corre a través de las aguas divididas
y como una bengala que da la noticia a cada bando
reconcilia las orillas hostiles

Qué lenguaje éste, el de la risa de las mujeres
subversivo y de alto vuelo
mucho antes que la Ley y la Escritura
nosotros escuchábamos esta risa y entendíamos la libertad.

Versión de Isaías Garde
**
Curriculum vitae

1) Nací en una ciudad libre, cerca del Mar del Norte

2) En el año de mi nacimiento, el dinero se transformó en papel picado. Una pieza de pan costaba un millón de marcos. Por supuesto no recuerdo esto.

3) Mis padres y mis abuelos estaban encima de mí. El mundo en que vivía tenía una voz suave y no tenía garras.

4) Una cornucopia llena con delicias me llevó a un edificio con campanas. Una maestra de amplio pecho me hizo entrar.

5) En casa los estantes de los libros conectaban el paraíso y la tierra.

6) Los domingos el chico de la ciudad caminaba a través de piñas y pantanos de prímulas, un tren corría cerca.

7) Mi país fue golpeado más mortalmente por la historia que con los terremotos y los huracanes.

8) Mi padre estaba ocupado evitando a los monstruos. Mi madre me contó que las paredes tenían oídos. Aprendí la carga de los secretos.

9) Me moví dentro de los días muy claros, los días más oscuros de la adolescencia.

10) Dos padres, dos hijas, seguimos al sol y a la luna a través del océano. Mis abuelos permanecieron detrás en la oscuridad.

11) En el nuevo idioma cada uno hablaba muy rápido. Finalmente pude alcanzarlo.

12) Cuando te conocí, el nuevo idioma se transformó en el lenguaje del amor.

13) La muerte de la madre lastimó a la hija llevándola a la poesía. La hija se transformó en madre de hijas.

14) Vida común: la plenitud y estar en el medio de la cosa. Nudos atando hilos hacia todos lados. El pasado se apartó, el futuro permaneció inimaginado por el bien del glorioso, difícil, apasionado presente.

15) Años y años de esto.

16) Los chicos ya no son chicos. Dolor de un hombre viejo, soledad de un hombre viejo.

17) Y luego también mi padre desapareció.

18) Intenté ir a casa nuevamente. Me paré enfrente de la puerta de mi niñez, pero la puerta está cerrada para el público.

19) Un día, en un ascensor lleno de gente, todos los rostros eran más jóvenes que el mío.

20) Por el momento, bien. Los días y las noches brillantes son irrespirables en su apuro. Continuamos, tú y yo.

Traducción de Myriam Rozenberg

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char