(Portugal, 1888-1935)
Sigue tu destino
Sigue tu destino,
riega tus plantas,
ama tus rosas.
El resto es la sombra
de árboles ajenos.
La realidad
es siempre más o menos
de lo que queremos.
Sólo nosotros somos siempre
iguales a nosotros mismos.
Suave es vivir solo.
Grande y noble es siempre
vivir simplemente.
Deja el olor en aras
como exvoto a los dioses.
Ve de lejos la vida.
No la interrogues nunca.
Que ella nada puede
decirte. La respuesta,
más allá de los dioses.
Mas serenamente
imita el Olimpo
en tu corazón.
Los dioses son dioses
porque no se piensan.
(Firmado con el heterónimo de Ricardo Reis)
De: “Odas de Ricardo Reis” – Odas de Publicación póstuma – 1935-1994
Traducción de Ángel Campos Pámpano
Ed. Pre-Textos – 1995© – Colección de la Cruz del Sur – Reeditado en 1998 y 2002.
***
Ven a sentarte conmigo, Lidia
.
Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Sosegadamente miremos su curso y aprendamos
que la vida pasa, y no tenemos las manos enlazadas.
(Enlacemos las manos).
Después pensemos, niños adultos, que la vida
pasa y no se queda, nada deja y nunca regresa.
Va hacia un mar muy lejano, hacia el pie del Hado,
más lejos que los dioses.
Desenlacemos las manos, porque no vale la pena cansarnos.
Ya gocemos, ya no gocemos, pasamos como el río.
Más vale saber pasar silenciosamente
y sin grandes desasosiegos.
Sin amores ni odios, ni pasiones que levanten la voz,
ni envidias que den demasiado movimiento a los ojos,
ni cuidados, porque si los tuviera el río siempre correría,
y siempre se dirigiría al mar.
Amémonos tranquilamente, pensando que podríamos,
si quisiéramos, intercambiar besos, abrazos y caricias,
pero que más nos vale estar sentados uno junto al otro,
escuchando correr el río y viéndolo.
Recojamos flores, cógelas tú y déjalas
en el regazo, y que su perfume suavice el momento.
Este momento en que sosegadamente no creemos en nada,
paganos inocentes de la decadencia.
Al menos, si yo fuera sombra antes, te acordarás de mí después,
sin que mi recuerdo te duela o te hiera o te mueva,
porque nunca enlazamos nuestras manos, ni nos besamos
ni fuimos más que niños.
Y si antes que yo llevaras el óbolo al barquero sombrío,
nada tendré que sufrir al acordarme de ti.
Me serás suave a la memoria recordándote así, a la orilla del río,
pagana triste y con flores en el regazo.
Ricardo Reis
Traducción de Enrique Gutiérrez Miranda
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