miércoles, 17 de octubre de 2018

Iacocca piensa en el futuro, en la transformación de las personas

Hebe Uhart 
(Moreno, Buenos Aire, Argentina; 1936-Buenos Aires, Argentina; 2018)​

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE LEE IACOCCA Y EL CUIDADO DE SÍ
Por HEBE UHART

En sucesivas exposiciones correspondientes al año 1987, se aplicó la categoría
foucaultiana de "cuidado de sí" a griegos, romanos (estoicos), cristianos y a un sujeto moderno, un ejecutivo norteamericano, Lee Iacocca, empresario de la Ford y de la Chrysler. Me tocó a mí leer y comentar la autobiografía de Iacocca, que correspondería aparentemente a la del hombre que se hace a sí mismo, que se trabaja a sí mismo. En los sujetos anteriores el cuidado de sí estaba en función del autodominio del poder, de la salvación del alma, en fin, de algún poder terreno o supraterreno que los contenía y moldeaba en cuanto individuos. Si bien el examen de sí mismos realizado por los estoicos, por ejemplo, alcanza una gran amplitud en cuanto a la inserción del hombre en el mundo y en la naturaleza, y en el caso de Iacocca la tecnología del yo estaría solamente restringida al rendimiento empresario y por lo tanto, la exigencia del yo
consigo mismo sería volverse más útil para un objetivo heterónomo: la empresa, existe en el mismo Marco Aurelio una mirada similar a la de Iacocca, en cuanto hombre del poder. Dice Marco Aurelio:
"Al levantarte, cada mañana has de decidirte: tropezar hoy con un indiscreto, o con un
ingrato, o un insolente, o con un envidioso, o con un egoísta. Son vicios que le vienen de la ignorancia del bien y del mal... Acostúmbrate a escuchar con atención lo que te dicen y tanto como te sea posible, penetra en el alma de tu interlocutor".
Lo que en Marco Aurelio era una función propia del emperador, recibir gente, en
Iacocca es una técnica, la de la entrevista.
Dice Iacocca, evidentemente acostumbrado a leer en el alma del interlocutor, aunque no lo diga: "Lo que no se puede saber en una entrevista es si el sujeto es trabajador y si es perseverante, o sea si es un adulto y no un niño".
Dice Marco Aurelio, refiriéndose siempre a la gente que recibe: "Yo en esos seres
imperfectos veo a mis hermanos por el espíritu y nuestro común origen divino, yo no puedo recibir daño ni ofensa porque sus defectos no van a pasarse a mí ni es posible que yo me enoje contra mi hermano y lo odie".
Saquemos el origen divino, pero Iacocca piensa en el futuro, en la transformación de las personas; aparece el concepto de oportunidad y de adecuación. "No todas las personas son aptas para las mismas cosas, por eso estoy en desacuerdo con la rotación de puestos; pero cada uno tiene algún valor y hay que darle una oportunidad."
Aun desde la limitada perspectiva de lo que puede ser selección de personal dentro de
una empresa, el concepto de que alguien va a ser apto en una sección, trabajo o rubro, implica un conocimiento del otro y una valorización de su vocación y el virtuosismo que supone una tarea bien hecha. Las normas milenarias de vocación, autoejercitación y auto-examen, aparecen en nuestra sociedad tecnológica, aplicadas al trabajo. Medir a una persona por su rendimiento, es medirla por lo que hace, por su práctica. La objeción que se me planteó al exponer el tema es que no podría hablarse de cuidado de sí en este caso, ya que no se trata, en el sujeto que trabaja en una empresa, de una persona autónoma, dado que toda la tecnología del yo (autoexamen, prácticas para superar rendimiento, etcétera) está al servicio de la empresa, o sea con un fin heterónomo; no sería una relación libre del sujeto consigo mismo; el sujeto sería entonces la empresa. Pensé que la objeción era válida, hasta cierto punto, pero me planteé algunos interrogantes. ¿Es posible por ejemplo que un vendedor, haciendo su autoexamen como tal, descubra que no vende porque es impaciente y no se extienda en consideraciones sobre otras áreas de su vida en que le acontece lo mismo? ¿Es posible desglosar las prácticas económicas como si estuviesen aisladas de otras prácticas sociales, o mejor dicho, como si vender fuera una actividad abstracta y no llevara consigo todo un mayor mundo de intercambios, conversaciones, seducciones?
Suponiendo que en el caso de la empresa se trata de un virtuosismo restringido,
destinado a vender; tomemos un ejemplo que por algún motivo me resulta similar, tal vez porque tiene por objeto el dominio del cuerpo, el deportista, que trabaja su cuerpo, ¿no tendrá acaso un contacto consigo mismo, con sus logros, con los otros -aunque habitualmente no lo expresa-, no adquiere a través del trabajo con su cuerpo un conocimiento mayor o distinto de sí mismo?
En el debate posterior a la exposición se llegó a la conclusión de que en nuestra época
sólo se podría hablar de cuidado de sí en un artista, por la relación consigo mismo que se refleja en su obra, y en aquellos casos en que el arte tiene que ver con la tecnología, por ejemplo un arquitecto, ¿vamos a decir que el sujeto es el edificio, o acaso éste no pareciera ser, como en el caso de la empresa, un conglomerado de intenciones, imaginaciones, producción, personas, que existe como la empresa cuando es habitado, vivido, usado? O en el caso de las artes que lindan con la gimnasia, donde hay una intención de belleza, como la gimnasia acrobática, ¿es cosa sólo de técnica y del cuerpo? ¿Tendremos que distinguir entre arte puro y del otro, y a los puros estaría destinado el cuidado de sí?, a pocos; volveríamos a la línea socrático-platónica de ascesis en contraposición de lo mundanal, de lo que hay. Una empresa, ¿no puede ser acaso algo bello?
De Foucault y la ética.Seminario dirigido por Tomás Abraham. Edición original: Buenos Aires, Editorial Biblos, mayo 1988; 
Hebe Uhart fue profesora en Filosofía y trabajó durante casi toda su carrera en la cátedra de Tomás Abraham, en la UBA y en la de Lomas de Zamora.. 

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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char