sábado, 9 de junio de 2012

Con un dedo de mármol

THOMAS HARDY
 (Inglaterra, 1840-1928)

CONOCIMIENTOS GEOGRÁFICOS 
(RECORDANDO A CHRISTIANA C.) 

Ella no habría podido siquiera señalar
dónde se encuentra Blackmoor, el camino
que conduce hasta Bath, o indicar el lugar
del horizonte en que se halla el pueblo vecino.
Mas sabía hacia dónde se encontraba Catay,
el cabo de Hornos o la ciudad de Bagdad,
y dónde estaba Boston y en qué lugar Bombay
podía señalar con toda claridad.
Ella no conocía el camino desierto
de Froom Mead o de Yell’ham su bosque concurrido,
pero sabía el modo de atracar en un puerto
austral y con el mar enfurecido.
Veía rielar las playas de Pattaya
bajo el ciruelo de su hortal
y escuchaba el bramido del golfo de Vizcaya
en la pequeña presa del canal.
"Mi hijo es marinero y ha surcado
todos los anchos mares del mundo conocido,
y cada vez que ha vuelto a casa me ha enseñado
dónde se encuentra cada país que ha recorrido."


El Gamo ante la casa solitaria. Edición y traducción de Francisco M. López Serrano.
Colección La Cruz del Sur, Editorial Pretextos, 1999, Valencia.
 ***
ROMA: EN LA PIRÁMIDE DE CESTIO, CERCA DE LAS TUMBAS
DE KEATS Y SHELLEY

¿Quién fue, pues, este Cestio,
y quién es para mí?
Entre mil remembranzas y vagos pensamientos,
uno solo me trae.

No recuerdo ni el eco
de nada que él hiciera.
Para mí es sólo un hombre que murió y fue enterrado
y dejó una pirámide
cuyo fin se expresó
no en su plan primigenio,
sino cuando andando el tiempo dos compatriotas míos
juntos allí reposaron.

Vivo, Cestio quizá
dio muerte, amenazó.
No lo sé. Sólo sé esto: en silencio y ya muerto,
hace algo más noble,

guiar al peregrino
con un dedo de mármol
junto al umbroso muro y calles centenarias
donde estos bardos yacen.
Di que vivió y murió
porque su nombre en piedra
con el tiempo señalara dos inmortales sombras.
Le bastará esa fama.

Versión de Antonio Rivero Taravillo
***

Algo yace en el campo, en algún sitio,
confiada a la tierra ciega y olvidadiza,
algo que estimuló en un poeta la profecía,
un poco de polvo invisible y abandonado.

El polvo de la alondra que escuchó Shelley
y que inmortalizó desde entonces,
aunque sólo vivió como los otros pájaros
sin saber que sería inmortal;

vivió su mansa vida y un día cayó,
una pequeña bola de plumas y huesos:
y cómo murió, cómo cantó cuando
se despedía, nadie lo sabe.

No hay comentarios:

Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char


No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char