John James Audubon |
(Toronto, Canadá, 1950)
Audubon
Audubon perfeccionó un nuevo método para
dibujar pájaros que declaró suyo.
Al pie de cada acuarela escribía “tomado del natural”,
lo que significaba que abatía los pájaros
y se los llevaba a casa para disecarlos y pintarlos.
Dado que odiaba las formas inmutables
de la taxidermia tradicional
construía armaduras flexibles de madera y
alambre
sobre las que disponía la piel y las plumas del pájaro
–o en ocasiones
pájaros totalmente destripados–
en poses animadas.
No sólo el armazón de alambre era nuevo, sino también la iluminación.
Los colores de Audubon se sumergen en tu retina
como un reflector
rastreando el cerebro de arriba abajo
hasta que apartas la mirada.
Y acabas apartándola.
No hay nada que ver.
Puedes pasarte el día mirando estas formas
verdaderas y no ver el pájaro.
Audubon concibe la luz como una ausencia de oscuridad,
la verdad como una ausencia de desconocimiento.
Es lo contrario a un día apacible en Hokusai.
Imaginemos que Hokusai hubiera abatido y
rearmado 219 leones
y luego hubiera prohibido a su propio pincel pintar la sombra.
“Somos lo que logramos hacer de nosotros mismos”, Audubon declaró a su esposa
durante su cortejo.
En los salones de París y Edimburgo
donde recaló para vender su nuevo estilo
este francés nacido en Haití
se hizo iluminar
como un noble rústico americano
desplegado en las poses impolutas del Gran Naturalista.
Lo amaban
por el “frenesí y el éxtasis”
de la genuina realidad americana, especialmente
en la segunda (y más barata) edición en octavo (Birds of America, 1844).
Traducción Jordi Doce
***
"El guante del tiempo", de Edward Hopper
Cierto no soy más que la sombra de un pasajero en este planeta
pero a mi alma le gusta vestirse con elegancia
a pesar de las manchas.
Ella atraviesa la puerta.
Se quita su guante.
Acaso gira la cabeza.
Acaso cruza la pierna.
Ésa es una pregunta.
Quién está hablando.
También una pregunta.
Lo único que puedo decir
es que no veo ninguna prueba de otro guante.
Las palabras no son una frase, no te demores en ello.
Demórate en esto.
No es un tiempo vacío, es el momento
en que las cortinas revolotean dentro del cuarto.
Cuando se prepara la lámpara.
Cuando la luz da contra la pared justo ahí.
¿Y el guante?
Entonces se elevó: la vida que ella pudo haber vivido (par les soirs bleus d'été).
Da la casualidad
de que la pintura es inmóvil.
Pero si acercas la oreja al lienzo oirás
los sonidos de un gran estribillo que va avanzando.
En algún lugar alguien viaja hacia ti,
viaja día y noche.
Pasan abedules sin hojas.
El camino rojo se desvanece.
Toma, agarra esto:
una prueba.
Da la casualidad
de que un buen guante de etiqueta
mide 22 centímetros del dobladillo a la punta de los dedos.
A este guante lo "tomaron por la espalda"
(como dijo Godard de su King Lear).
Mientras escuchaba a sus hijas Lear
deseó ver sus cuerpos enteros
estirados a lo largo de sus voces
como cabritilla blanca.
¿Pues en qué difiere el tiempo de la eternidad salvo en que lo medimos?
Traducción Tedi López Mills
**
Imagen: tomada de The Infinite Art Tournament, Round 3: Audubon v. Balla
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