Otros dos poemas de
JULIA SARACHU
(La Plata, Argentina, 1976)
Autoconsistencia
Soy cauta,
No pronuncio una palabra
Si antes no explota en mi garganta.
Porque pienso,
Cada transformación
Inmoviliza el universo.
Yo misma
soy una estrella congelada
que viaja del centro a las aristas
y sólo al profundizar en su centro
se libera.
No quiero
servidumbres encubiertas
ni palabras que debilitan
ni poderes que se deshacen como bosta seca.
Porque cuando Prometeo les dio el rayo a los hombres,
la víbora perdió su veneno
y aquellos su Pan.
Voy a ver
qué se mueve bajo el agua del río
y la tintura del álamo que sangra.
***
Tetsuo
El príncipe de lo multiforme
expira luces y colores
en el instante previo a la explosión.
No imagina Tetsuo
que sus manos tranquilizan
la ondulante incertidumbre de los planetas.
No imagina Tetsuo
que el laberinto digital de sus pulgares
resuelve el misterio del tiempo.
Del viento.
No imagina Tetsuo
la insignificancia de la capa y el cetro;
no imagina el origen de su poder-hacer.
No imagina que el hombre lo observa
y sólo ve
los dramáticos vaivenes de su anatomía.
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Somos parecidos a esos sapos que en la austera noche de los pantanos se llaman sin verse, doblegando con su grito de amor toda la fatalidad del universo.
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
René Char
No haría falta amar a los hombres para darles una ayuda real. Sólo desear hacer mejor cierta expresión de su mirada cuando se detiene en algo más empobrecido que ellos, prolongar en un segundo cierto minuto agradable de su vida. A partir de esta diligencia y cada raíz tratada, su respiración se haría más serena. Sobre todo, no suprimirles por entero esos senderos penosos, a cuyo esfuerzo sucede la evidencia de la verdad a través de los llantos y los frutos.
René Char
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